El sueño hecho carne de Ramsés II

De haber podido, la momia del faraón Ramsés II se habría levantado, encendida de pasión, para seguir los pasos de una resucitada, soñada y sensual reina Nefertari de cuerpo sinuoso, glúteos perfectos, cabeza rapada, muslos incendiarios y espalda bellísima que, elegante como una pantera, paseaba desnuda e imperial por entre las columnas ciclópeas del templo de Karnak.

Pero Ramsés II, tumbado en su sarcófago de la Sala de las Momias Reales del Museo del Cairo, condenado a una eternidad estéril, tuvo que conformarse con mascar y saborear la impotencia de la muerte mientras aquella Nefertari apenas entrevista hacía que el Gobierno egipcio pusiera el grito en el cielo. Aquella Nefertari de carnes admirables y erotismo innegable no era reina alguna que hubiera escapado a la maldición de la muerte, sino Marisa Papen, una modelo belga que desde hace años lleva alegrándonos la vista con sus innumerables desnudos. Contemplar a Marisa Papen caminando desnuda por entre las columnas del templo de Karnak era demasiado ofensivo para la mentalidad egipcia como para que el Gobierno permaneciera de manos cruzadas. Marisa Papen y Jesse Walker (su fotógrafo en esa increíble sesión de fotos) pasaron una noche en el calabozo tras haber sido arrestados por la policía turística egipcia.

Marisa Papen ha contado a los medios de comunicación que para ella, mujer no religiosa y amante de la naturaleza, aquellas fotos sólo eran desnudos. Para las autoridades egipcias, sin embargo, las fotos de desnudo de Marisa Papen no eran sino porno ofensivo que contradecía los valores y la moral del pueblo egipcio. Que Marisa Papen y su fotógrafo no fueran condenados y fueran puestos en libertad sin cargos no impidió que el juez egipcio que les juzgó les advirtiera para “no hacer nunca más eso tan estúpido y vergonzoso” que habían hecho.

Nosotros, por nuestra parte, sólo podemos aplaudir el que Marisa Papen se desnudara donde se desnudó y se desnude donde lo habitualmente y desde hace ya tiempo lo hace. Basta con visitar la página web de Marisa Papen (www.marisapapen.com) para comprobar hasta qué punto esta sensual modelo belga ha convertido el desnudo en su principal seña de identidad.

Cuenta Marisa Papen en su página que ese espacio, el de esa página en el que se refleja su trabajo como modelo de desnudos, es un lugar al que ella llama “la Isla” y en el que intenta mostrar sus valores y su visión del mundo. En ese lugar, dice Marisa Papen, las personas son parte de la naturaleza, puras, no corrompidas por la sociedad, y pueden mostrarse sin máscaras y libres.

Visitamos esa página con el pulso acelerado y la mirada bendecida por la belleza de lo que contemplamos y vemos a Marisa Papen en mil y una posturas y en la inmensa mayoría de ellas Marisa Papen aparece desnuda, esplendorosamente desnuda, maravillosamente desnuda. En esa isla que parece haber sido creada para ensalzar a la naturaleza y para integrar en ella la belleza natural del cuerpo desnudo de Marisa Papen podemos ver a Marisa Papen desnuda a orillas del mar como una sirenita de Copenhague que hubiera tomado vida, Marisa Papen desnuda frente a un horizonte de rascacielos, Marisa Papen desnuda tumbada junto a un camello, Marisa Papen desnuda disparando con arco, Marisa Papen en bolas junto a un acantilado, paseando por el campo, buceando, recostada sobre un elefante o mirándonos con ojos de Lolita a punto de dejar de serlo…

Las imágenes de desnudos de Marisa Papen pueden ser infinitas y todas y cada una de ellas bellas y sensuales. Mirando un desnudo de Marisa Papen echamos a volar nuestra imaginación y soñamos con un mundo naturista en el que cada cual se pudiera mostrar tal cual es. Mi deseo es que ese mundo llegue y yo tenga alguna vez la dicha de ver pasar por mi lado a Marisa Papen desnuda. Yo también quiero vivir el sueño de eternidad que vivió la momia del faraón Ramsés II cuando Marisa Papen pasó, desnuda, cerca de él, transformada en una Nefertari resucitada, bella y sensual, eterna para siempre en nuestro recuerdo, triunfadora de la muerte.