La mujer total

Pintora, poeta, compositora, científica, filósofa, naturalista, doctora, inventora de un lenguaje artificial que se ha considerado precursora del esperanto, monja y, seguramente, la primera sexóloga de la historia. Estamos hablando de Hildegard von Bingen, una de las grandes personalidades femeninas que podemos encontrar en la historia de la humanidad.

Nacida el 16 de septiembre de 1098 en Bermesheim vor der Höhe (localidad perteneciente a la Renania del Sacro Imperio Germánico), Hildegard von Bingen fue la décima hija de una familia que, como diezmo, la entregó a la Iglesia. Los padres de Hildegard von Bingen dejaron a la que estaba llamaba a convertirse en santa (fue canonizada en 2012) en el monasterio de monjes de Disivodemberg. Este monasterio albergaba una celda para mujeres dirigida por Jutta von Spannheiem. Esta monja fue la encargada de instruir a Hildegard.

Hildegard, que empezó a tener visiones cuando contaba tres años de edad, ingresó en el citado monasterio cuando tenía ocho años de edad. Pasados los cuarenta, empezó a escuchar una voz interior que le pedía escribir y dibujar todo aquello que sus ojos y oídos alcanzaran a ver. Para hacerlo, y una vez fallecida Jutta y convertida ella en la nueva abadesa, solicitó permiso al papa para poder escribir esas visiones y predicciones que la asaltaban. Fue así, tras el permiso papal, cuando Hildegard von Bingen empezó a registrar sus visiones, remedios naturales e ideas teológicas.

El orgasmo según una monja

La tarea de Hildegard von Bingen dio a luz a una obra casi inabarcable. Entre toda la obra de Hildegard von Bingen queremos resaltar aquí la que está íntimamente relacionada con la sexología femenina y, más concretamente, con el orgasmo. Aunque incluso aún hoy el hablar de sexo pueda parecernos algo demasiado osado para una monja, lo cierto es que esta monja del siglo XII (Hildegard von Bingen podría haber pasado por una mujer renacentista tres o cuatro siglos antes de que el Renacimiento fuera una realidad) tenía una visión positiva de la sexualidad y una visión revolucionaria del papel que la mujer desempeñaba y debía desempeñar en las relaciones sexuales.

Hildegard von Bingen, que trató el tema de la sexualidad en varias de sus obras (y especialmente en Causa et curae, consideraba el sexo algo bello y apasionado. A Hildegard von Bingen se le deben textos como éste:

“Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de ésta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano”. ¿Explícito, verdad?

Y es que Hildegard von Bingen era, de alguna manera, una protofeminista, una mujer que, al contrario de lo que hacían los teólogos de la época, quería liberar a la mujer de la responsabilidad de haber sido responsable, mediante la figura de Eva, del pecado original. Para Hildegard von Bingen no fue Eva quien pecó en el Paraíso Terrenal: fue Satán. Fue él, envidioso de la capacidad de generar vida de la mujer, quien pecó en el Jardín del Edén. Fue Satán quien, antes de entregar la manzana a Eva, sopló veneno sobre ella. El veneno era el placer y el sabor de dicho veneno, el deseo sexual, un sabor que, delicioso, puede dar paso a la ponzoña del vicio. Y es que, no hay que olvidarlo nunca, el sabor del pecado es tan placentero como embriagador. Y por eso gusta tanto.

La santa abadesa Hildegard von Bingen explica, además, y de una manera también muy clara, cómo funciona sexualmente el hombre. Según Hildegard von Bingen, el hombre, en su “potencia generativa”, tiene tres capacidades relacionadas con la sexualidad. La primera es el deseo sexual. La segunda es la potencia sexual. La tercera, el stadium o acto sexual en sí. En muchos aspectos, la descripción que Hildegard von Bingen hizo de los genitales masculinos, del semen y de la naturaleza de la sexualidad del hombre es mucho más detallista y mucho menos errónea de lo que lo fueron las de muchos autores coetáneos a ella e, incluso, posteriores.

Hildegard von Bingen falleció el 17 de septiembre de 1179, a los 81 años de edad. El colectivo LGTBI ha convertido a Hildegard von Bingen en una especie de icono. Después de todo, hay quien considera que la monja alemana era lesbiana. Incluso se ha hablado de que Hildegard von Bingen mantenía una relación estrechamente amorosa con la que era su asistenta personal y su favorita en el convento, Richardis von Stade. El hecho de que Hildegard von Bingen firmase algunos poemas de marcado carácter erótico y marcado sesgo femenino hace, también, pensar en ello. Fuera del colectivo LGTBI, Hildegard von Bingen ha gozado también de la admiración de diversos artistas, lo que ha permitido que se convierta, de algún modo, en un icono de la modernidad. Hay quien ha llegado a escribir, incluso, que Hildegard von Bingen es una pionera de la ópera y, de alguna manera, la primera estrella de rock de la historia.

Para muchas mujeres, pronunciar el nombre de Hildegard von Bingen es pronunciar el nombre de todo un símbolo de la liberación sexual de la mujer y de su lucha por la igualdad efectiva en el seno de la sociedad.