El fenómeno Cincuenta sombras de Grey

Que un fenómeno nos parezca nuevo no quiere decir que lo sea. Siempre puede suceder que exista un precedente de dicho fenómeno. Al hecho de no conocer dicho precedente es a quien hay de acusar del error de tildar de fenómeno extraordinario a lo que, en cierta manera, no deja de ser un remedo más o menos afortunado o más o menos mejorado de lo que ya pasó.

Se ha escrito en mil y un lugares y largo y tendido sobre el fenómeno literario que supuso la aparición en las librerías de Cincuenta sombras de Grey. Se ha escrito sobre hasta qué punto el contenido de la trilogía, calificado por ciertos críticos como “porno para mamás”, ha servido como anzuelo para una infinidad de lectoras en todo el mundo y cómo dicho contenido ha servido para que esas lectoras se hayan sentido atraídas, de manera más o menos activa, por las prácticas eróticas propias del universo BDSM.

Que el mundo retratado en Cincuenta sombras de Grey tiene poco que ver con lo que verdaderamente es el universo BDSM es algo que ha dicho más de un experto en la materia. Y que hay obras basadas en el sadomasoquismo que tienen más calidad literaria que la trilogía de la británica E.L. James es algo que han resaltado muchos críticos y que puede constatar todo aquél que se acerque a obras como La Venus de las pieles, de Leopold von Sacher-Masoch, Historia de O, de Pauline Réage, Las edades de Lulú, de Almudena Grandes o La filosofía en el tocador, del inmortal Marqués de Sade.

Cincuenta sombras de Grey, pues, ni es la obra que mejor retrata el universo BDSM y sus prácticas ni la obra de mayor calidad literaria escrita sobre el tema. Eso sí: lo que no puede negarse a la trilogía de E.L. James es su éxito. Fue tan grande en su momento que el estreno de la versión cinematográfica de la historia vivida entre Anastasia Steele y Christian Grey se convirtió en todo un acontecimiento internacional.

El fenómeno El árabe

Pero ese fenómeno literario-cinematográfico, tal y como indicábamos al principio de este post, no era del todo nuevo. Ya se había producido antes con una novela que, con el título de El árabe, vio la luz en 1919. Escrita por la autora, también británica, Edith Maude Hull, El árabe (The Sheik), un libro que fue calificado de pornográfico, lascivo y sadomasoquista, llegó a vender, en aquellos tiempos en los que la publicidad y su poder no había alcanzado el poder que ahora tiene y en los que el mundo estaba lejos de ser el mundo globalizado que hoy es, un total de 1.200.000 copias en su versión de tapa dura. Sin duda, unas cifras verdaderamente espectaculares para la época.

El árabe fue el fruto de una espera. Edith Maude Hull, nacida en agosto de 1880 en Londres, se había casado, a la edad de 19 años, con el ingeniero civil Percy Winstanley Hull. Cuando éste fue llamado a filas para que luchara durante la Primera Guerra Mundial, Edith Maude decidió escribir una novela para matar el tiempo a la espera de que la guerra finalizara y su marido tornara a casa. ¿El argumento de El árabe? Sencillo: un jeque árabe rapta y viola en reiteradas ocasiones a una noble británica de la que se había enamorado. Los tintes eróticos de esta escandalosa historia eran bastante claros para lo que en la época se estilaba. Sin duda, ése fue uno de los motivos que hizo que El árabe se convirtiera en un auténtico best-seller a pesar de que fueran varios los críticos que catalogaron la obra de Edith Maude como una versión actualizada de La fierecilla domada, de William Shakespeare.

El árabe tuvo un éxito tal que fue llevado al cine. Los derechos de la obra para su adaptación cinematográfica se tasaron en 5.000 dólares (al cambio de hoy, 700.000 euros). Los de su adaptación teatral, una cantidad de dólares que, al cambio, equivaldrían hoy a 150.000 euros.

El éxito de El árabe podría considerarse, pues, un precedente claro del éxito de Cincuenta sombras de Grey. Prueba de ello es que para protagonizar la adaptación cinematográfica de la novela no se buscó a un actor de segunda. Se buscó a una de las grandes estrellas de Hollywood del momento: el mítico Rodolfo Valentino. Fue precisamente con El caíd (así fue traducido, en el mundo del cine, el título The Sheik) con la película con la que Valentino adquirió la condición de ídolo de masas y se convirtió en el primer latin-lover de la historia del cine. El actor italiano nacionalizado estadounidense fue el encargado de dar vida al jeque seductor y maltratador de la historia escrita por Edith Maude Hull en la película que, dirigida por George Melford, tuvo como protagonista femenina a la actriz estadounidense Agnes Ayres. Ayres dio vida a Lady Diana Mayo, la noble británica que era secuestrada y “domada” en la novela de Maude Hull.

Estrenada en 1921, de The Sheik se hizo una secuela en 1926. La secuela, titulada The Son of the Sheik (El hijo del jeque), se basaba también en otra novela de Edith Maude Hull. Maude Hull, como haría posteriormente E.L. James, también quiso aprovechar el tirón comercial de la primera novela de la serie y escribió varias novelas como La sombra de Oriente, El sanador del desierto y la ya citada El hijo del árabe. The Son of the Sheik fue la última película rodada por Rodolfo Valentino. De hecho, la película fue estrenada dos semanas después de que el mítico actor falleciera, a la edad de 31 años, de un ataque de peritonitis. Por su parte, Edith Maude Hull falleció en 1947, meses antes de cumplir los 66 años de edad.