La bella que vino de Ucrania

¿Alguien vende pastillas contra la envidia? ¿Alguien sabe qué jarabe usar para curarse de los celos? Porque necesitamos un frasco. Y de los grandes. Ya hemos envidiado a Cristiano Ronaldo, a Brad Pitt, a Bardem, al marido de Elsa Pataky y a todos los que, en un momento u otro, pasaron por la cama de mujeres como Laetitia Casta, Leonor Watling, Eva Mendes, Charlize Theron, Blanca Suárez o Halle Berry. Todos ellos han puesto a prueba nuestras defensas contra los celos y a todos los hemos colocado tarde o temprano en esa lista negra en la que figuran todos los hombres que tuvieron la dicha de acostarse con aquellas mujeres a las que alguna vez soñamos hacer nuestras.

Ahora, de nuevo, en esta vuelta del camino, cuando alguien como Emilia Clarke ha ocupado el lugar que como mujer viva más sexy del planeta ocupaste en 2014, volvemos a experimentar esa asquerosa sensación que tan mal nos hace sentirnos con nosotros mismos y que tanto nos hace dudar de nuestra valía. Vemos al guapo de Ashton Kutcher sonreír a tu lado y tenemos que mordernos la lengua para no empezar a proferirle todos los insultos que ya le empezamos a reservar cuando, hace ya algunos años, lo vimos sobre alguna alfombra roja o delante de un photocall del brazo de la que fue su anterior mujer, aquella Demi Moore de la que nos enamoramos perdida y un poco ñoñamente mientras la veíamos moldear barro dejándose guiar por las manos de su novio en un film de amores tan puros y tan intensos que llegaban a traspasar las fronteras que siempre separaron la vida de la muerte.

Vemos a Ashton Kutcher a tu lado, Mila Kunis, y nos sentimos, otra vez, traicionados por la vida. ¿Por qué ella no nos ha concedido la oportunidad de ponerte a nuestro alcance?, nos preguntamos. O al alcance de nuestras manos, Mila Kunis. Con ellas te acariciaríamos. Con ellas repasaríamos las líneas dulces y maravillosas de ese cuerpo de treintañera en sazón que aún conserva el aire un tanto asustadizo e ingenuo de la adolescencia.

Y es que en ti, Mila Kunis, podemos ver a esa chica de instituto que ha ido madurando lentamente sin perder ese aire de mujer que se está abriendo a la vida, que la está descubriendo poco a poco, que empieza a saborear sus placeres sin desprenderse todavía de un aire tímido que aflora sobre todo en tu mirada. En el fondo de tus bellísimos ojos verdes, Mila Kunis, observamos un lamparón de desconfianza y miedo que quizá provenga de tus ancestros judíos que durante años, y antes de que, a la edad de 8 años, te llevaran a L.A., vivieron en tu Ucrania natal. O quizás, Mila, esa desconfianza o atisbo de miedo no provenga de ningún tipo de motivación étnica o cultural. Quizás esa desconfianza sea la desconfianza de la adolescente que se sabe deseada por un coro inacabable de hombres que la superan o doblan en edad. Quizás no te hayas acostumbrado todavía a sentir sobre ti el tacto no siempre agradable de la mirada de los hombres. Quizás sientas en tu piel, al avanzar sobre la alfombra roja, el tacto viscoso de esas miradas que te repasan de arriba a abajo y que parecen ir quitándote prendas con mayor o menor delicadeza hasta dejarte completamente en cueros.

Y es que pocas cosas pueden tentar tanto a la mirada de los maduros rijosos (entre los que nos encontramos) como imaginar el cuerpo desnudo de Mila Kunis. Poder observar a Mila Kunis desnuda, nos decimos, debe ser algo así como sumergirse en las aguas de una fuente de la que salimos absolutamente rejuvenecidos. Por eso, porque imaginamos tu desnudez y sentimos cómo ese goce imaginativo nos incendia y excita, abjuramos de todo lo que nos enseñaron en materia de creencias y, olvidando mandamientos y sacrificios en la cruz, nos mostramos dispuestos a colocarnos una kipá en la cabeza por ti, Mila Kunis, y dejar que nos arrastres bajo una jupá para convertirnos, como hizo Ashton, en tus esposos.

Pasaríamos por todo eso, cambiaríamos de credo, Mila Kunis, para tener la dicha de visitar tu cuerpo, de entrar en él, de perdernos en la maravilla de entregarnos a ti y de disfrutarte como debe hacerlo tu señor esposo. Te imaginamos con él, también judío, y de nuevo volvemos a reclamar una buena dosis de pastillas o jarabes contra los celos. Nos acercamos a quien, de existir, podría proporcionarnos tal medicina y le exponemos el caso. Le decimos que nos morimos de celos al imaginar a Mila Kunis follando con alguien que no somos nosotros y nos dicen que no existen esas pastillas y que no hay jarabe alguno que pueda aliviar la comezón de los celos. Nos lamentamos de esa carencia farmacéutica y el boticario, compungido, nos dice en un susurro, como quien nos transmitiera un mensaje cifrado y secreto, que hay un lugar en el que podemos encontrar un lenitivo que nos alivie del dolor de imaginar a Mila Kunis desnuda y follando, en brazos de otro.

Nos dice el nombre y sonreímos. ¿Cómo podíamos haberlo olvidado? Su nombre es www.girlsbcn.com. Otras veces hemos acudido ahí buscando refugio y siempre lo hemos encontrado. Mujeres bellas y hermosas que nos consuelan de vuestro rechazo, estrellas del celuloide o de la pasarela, regalándonos instantes únicos de placer y de lujuria: eso es lo que nos espera en esa maravillosa web en la que podremos encontrar, con un simple clic, la mujer que mejor se amolde a nuestros sueños.

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