Sensual, libidinosa, lujuriosa, erótica, lúbrica, ardiente, provocativa, irresistible, tentadora… cualquier calificativo de estos puede servir para caracterizar a la figura de la prostituta, una figura con demasiado atractivo y demasiado encanto y demasiada presencia histórica como para no convertirse en material narrativo, cinematográfico y, también, pictórico.

En nuestra web ya dedicamos en su día un artículo a las más famosas películas sobre prostitución femenina. También hemos dedicado artículos a aquellos fotógrafos o fotógrafas que, en mayor o menor medida, convirtieron la prostitución en temática de su obra. Hoy nos toca hablar de cómo algunos pintores, al igual que esos fotógrafos y fotógrafas a los que hemos dedicado un espacio en este blog (Ernest Bellocq, Vee Speers o Jane Hilton, entre otros), han dedicado alguna de sus obras a plasmar sobre el lienzo la figura de la prostituta o su modo de ganarse la vida.

A lo largo de la historia del arte, la relación entre éste y la prostitución ha sido mucho más estrecha de lo que a simple vista podría parecer. No en vano, para los artistas que deseaban aventurarse por los senderos de la temática erótica o, cuanto menos, por los terrenos de la plasmación de la sensualidad femenina, conseguir modelos que se desnudaran para posar para ellos no era sencillo. Por ese motivo, era moneda corriente que escultores y pintores recurrieran a prostitutas para que éstas, desnudándose ante ellos en sus estudios, les sirvieran de modelo. Así, no era de extrañar que la cara y el cuerpo de alguna prostituta sirviera, finalmente, para poner rostro y pose a alguna santa e, incluso, a alguna virgen. Caravaggio, autor italiano con fama de pendenciero y especializado en obras de temática religiosa, fue uno de esos pintores que utilizaron a prostitutas como modelos para sus cuadros. En alguna ocasión, incluso, el rostro de alguna trabajadora sexual de su época le sirvió para poner cara a una prostituta legendaria: María Magdalena.

Cuadros de prostitutas de los impresionistas

Pero si en algún momento de la historia de la pintura la relación entre pintura y prostitución fue más estrecha que nunca fue en la época del Impresionismo. Los impresionistas franceses recurrieron a las prostitutas no solo para utilizarlas como modelos sino también para retratar el mundo en el que estas mujeres se movían. Un ejemplo de entre estos artistas es el de Manet. No en vano, es una prostituta quien aparece en su obra Olympia. Este cuadro, en el que aparece una mujer posando, desafiante y desnuda, con una orquídea en el cabello y una mano reposando sobre su pubis, no pudo exponerse, en el París del siglo XIX, hasta dos años después de que Manet lo pintara.

Aunque si hay un pintor de la época del Impresionismo que convirtió el mundo de la prostitución en temática habitual de su obra y a las prostitutas en personajes estelares de su pintura ese pintor fue Toulouse-Lautrec. Toulouse-Lautrec, habitual de los prostíbulos parisinos y documentalista pictórico de lujo de la vida nocturna del París de finales del siglo XIX, retrataba a las prostitutas de su tiempo realizando actividades cotidianas. Toulouse-Lautrec pintaba a prostitutas mientras se cambiaban, mientras descansaban, mientras esperaban alguna inspección médica, escenas íntimas entre dos de ellas… Rechazado por la nobleza a la que por orígenes pertenecía, el mundo de la farándula y de la prostitución sirvió a Toulouse-Lautrec de refugio y, a la vez, de fuente de inspiración.

Los cuadros de prostitutas de Van Dongen

La grandeza del nombre de Toulouse-Lautrec ha hecho que con frecuencia se olvide el de otros pintores que han encontrado en el reflejo del mundo de la prostitución una temática para su obra. Entre esos autores hay que destacar a Kees van Dongen, pintor holandés nacido en 1877 y que, con apenas 16 años, comenzó a convertirse en un asiduo de los rincones portuarios de Roterdam, su ciudad natal. Fue allí, en esos ambientes, donde Van Dongen empezó a frecuentar la amistad de marineros y prostitutas. Estudiante de la Real Academia de Bellas Artes de Roterdam como era, Van Dongen convirtió a éstas en protagonistas de sus cuadros, algo que siguió haciendo cuando, como tantos otros pintores de la época, se trasladó a la que sin duda era en aquellos momentos la capital mundial de la pintura: París. Allí, van Dongen colaboró en el nacimiento de un movimiento pictórico, el fauvismo, caracterizado por los colores puros y estridentes y por la crudeza de las imágenes representadas.

En el pincel de Van Dongen, el fauvismo francés avanzó hacia los territorios del expresionismo alemán y las fiestas burlescas que se desarrollaban en París y las orgías que de tanto en tanto se celebraban en algunos rincones de Montparnasse encontraron a un autor que las plasmara sobre el lienzo.

Los cuadros de prostitutas de Van Dongen se convirtieron en obras cargadas de un erotismo un tanto orientalizado y muy marcado. Tanto, que levantó ampollas en los círculos artísticos de la época y no pudo exponer en algún que otro salón. En las prostitutas pintadas por Van Dongen se observa la confluencia del erotismo con una cierta y latente violencia. Las prostitutas que aparecen en los cuadros de Van Dongen irradian sensualidad aunque no esconden su pobreza y el aspecto decadente de los lugares por los que se movían.

Las señoritas de la calle Avinyó

Uno de los cuadros más famosos de prostitutas es, sin duda, Las señoritas de Avignon o, mejor dicho, Las señoritas de la calle Avinyó, pues era en esa calle barcelonesa donde, a principios del siglo XX, se encontraba el prostíbulo en el que Pablo Ruiz “Picasso” conoció a las prostitutas que iban a servirle de modelo para crear la que está considerada la obra que inaugura todo un estilo pictórico: el cubismo.

Pintado entre junio de 1906 y julio de 1907, este cuadro sobre prostitutas se expuso por vez primera en 1916. En la actualidad, este cuadro, considerado una de las obras maestras e imprescindibles de la larga trayectoria pictórica de Picasso, se expone en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Quienes lo han estudiado dicen que en él pueden contemplarse varias influencias. Por un lado se habla del arte africano; por otro, de alguna obra de El Greco, de alguna de Cézanne y, finalmente, de las escenas de harenes y baños turcos de Ingres.

Del mismo modo que antes de Picasso había habido muchos pintores que habían decidido pintar cuadros sobre prostitutas, muchos serán, también, los que escogerán tras el pintor malagueño el tema de la prostitución y el retrato de prostitutas como parte fundamental de su obra. Baste citar a pintores como Natalia Fabia (una artista de origen polaco que ha convertido a las prostitutas en protagonistas de sus cuadros hiperrealistas) o como Iqbal Utzman, pintor paquistaní hijo de una prostituta y cantante y que lleva un cuarto de siglo retratando a las trabajadoras sexuales del barrio rojo de Lahore. A Fabia o a Utzman dedicaremos próximamente algún artículo.