Voyeurismo fotográfico

Quien ha practicado sexo en un parque sabe que ellos, los voyeurs, pueden estar ahí, en las sombras, ojo avizor, excitándose con la contemplación del placer ajeno, en ocasiones masturbándose, en otras intentando captar mediante algún medio técnico, bien sea la fotografía, bien sea el video, lo que se está observando.

Si alguien ha convertido en arte ese acto de captar fotográficamente alguno de esos instantes en los que una pareja se entrega a los placeres del sexo ése es el fotógrafo japonés Kohei Yoshiyuki.

Nacido en 1946, Kohei Yoshiyuki se hizo famoso en 1979 cuando organizó una original exposición en Tokio. En aquella exposición, Yoshiyuki mostraba varias fotografías a tamaño natural que eran contempladas por el público gracias a unos flashes que les eran entregados al entrar en la exposición.

Las fotografías voyeurs de Kohei Yoshiyuki formaron parte del libro El Parque. Dichas fotografías, tomadas con una cámara de 35 mm y utilizando película infrarroja y flash de infrarrojos, fueron publicadas por Kohei Yoshiyuki en 1980. El empleo de dicha técnica (las parejas no podían vislumbrar destello alguno del flash al ser éste de infrarrojos) y la admisión por parte de los voyeurs de Yoshiyuki como uno de los suyos tras un tiempo de seis meses de asistir éste a los parques, permitieron a este fotógrafo japonés realizar una obra muy personal y fácilmente reconocible que ha llegado a estar representada en colecciones del Museo de Arte Moderno de Nueva York, del Museo de Arte Moderno de San Francisco, del Museo de Fotografía Contemporánea de Chicago o del Museo de Bellas Artes de Houston, y han sido expuestas en la Tate Modern londinense.

En todas las fotografías recogidas por Kohei Yoshiyuki en El Parque se podían contemplar parejas heterosexuales y homosexuales que, aprovechando la oscuridad de los parques Shinjuku, Aoyama y Yoyogi, ubicados todos ellos en el centro de Tokio, practicaban sexo. En muchas de esas fotos, además, puede observarse a algún espectador desconocido que intenta, de alguna manera, interactuar con la pareja.

Así, Kohei Yoshiyuki se convierte en un documentalista del voyeurismo y un provocador de voyeurismo. Si lo pensamos bien, una fotografía erótica de Kohei Yoshiyuki recoge y provoca tres niveles de voyeurismo. Podríamos considerar que el primero de esos niveles es el del voyeur que aparece retratado en la fotografía, ese espectador que, en el parque, se acerca a las parejas y las mira e, incluso, y como hemos dicho, intenta, de algún modo, interactuar con ella.

El segundo de los niveles de voyeurismo presente en la fotografía de Kohei Yoshiyuki es el del voyeurismo ejercido por el propio Yoshiyuki.

Finalmente, el tercer nivel de voyeurismo correspondería al espectador de cada una de las fotos de Kohei Yoshiyuki. Es decir: a nosotros mismos. Nosotros, al mirar una fotografía de Kohei Yoshiyuki, nos volvemos voyeurs.

Tiempo de sexo fugaz

Las fotografías de El Parque de Kohei Yoshiyuki son fruto de un momento histórico muy determinado. Ese momento está determinado por varios hechos. Por un lado, no se habían popularizado todavía en Japón los “Love Hotels” o establecimientos que alquilan habitaciones por horas y las parejas buscaban un lugar donde dar alivio a sus necesidades sexuales

Por otro lado, hay que considerar que algunos de estos parques se hallan ubicados al lado de nudos de comunicaciones de la capital japonesa, lugares en las que confluían y confluyen las principales líneas de metro, autobús y ferrocarril y, por tanto, lugares en los que habitualmente se separaban y decían adiós hasta su próxima cita las parejas de novios que vivieran en puntos muy distantes de una gran ciudad como Tokio. Y, puestos a separarse hasta el día siguiente o hasta dentro de varios días, ¿qué mejor que hacerlo que darse un revolcón en el parque?

Eso es lo que capta Kohei Yoshiyuki en sus fotografías: el revolcón apresurado, el magreo a oscuras, el polvo fugaz, el rápido desahogo…

La temática de las fotografías de Yoshiyuki, sin embargo, no es fruto de la nada. La temática voyeurista ya había centrado parte del trabajo de Shohei Imamura, un director de cine japonés caracterizado por su carácter iconoclasta y que en 1966 había filmado la película The Pornographers. En The Pornographers, Imamura combina voyeurismo y sexualidad utilizando la cámara como si ésta fuera el ojo de un voyeur.

Sumamente experimentador en cuanto al uso de ángulos de grabación que hasta ese momento parecían descabellados, Imamura se convirtió en todo un nombre de referencia de la cinematografía internacional tras The Pornographers. Sin ir más lejos, Mike Nichols, director de El graduado, parece copiar algún enfoque o incluso alguna escena en la película que hizo famoso a Dustin Hoffman. Hay quien ve muchos paralelismos entre la escena en que Hoffman mira las piernas de Miss Robinson con otra de The Pornographers.

Estos préstamos deben considerarse normales en la historia del Arte. ¿Cuántas imágenes prácticamente calcadas pero realizadas por diferentes pintores sobre la escena de la Última Cena no hemos podido contemplar a lo largo de nuestra vida? Del mismo modo que muchos pintores posteriores copiaban la composición utilizada por Leonardo Da Vinci para pintar su famoso mural del convento dominico milanés de Santa Maria delle Grazie, también los fotógrafos y los cineastas se inspiran en obras anteriores o las toman como punto de partida para realizar las suyas propias. Así, las fotografías voyeurs de Kohei Yushiyuki sirvieron para inspirar Dogging, un trabajo fotográfico realizado por el famoso fotógrafo de moda estadounidense Steven Meisel, autor, entre otras obras, de las famosas fotografías de Madonna que formaban parte de Sex, obra publicada en 1992 y en la que se muestran los que son, sin duda, algunos de los desnudos más famosos de la cantante de Michigan.