El hallazgo de Lee Friedlander

Al fotógrafo estadounidense Lee Friedlander ya lo nombramos cuando dedicamos nuestro post a Bill Brandt, uno de los grandes fotógrafos eróticos de la Historia. Dijimos entonces que Friedlander era deudor, en parte, del arte fotográfico de Brandt. Autor de una fotografía caracterizada por su sentido de la composición, Friedlander destacó como fotógrafo documental, como autorretratista y también como fotógrafo erótico (¿cómo olvidar la maravillosa colección de fotografías eróticas que realizó a una jovencísima Madonna allá por los años setenta?). Pero Friedlander fue algo más que un excelente fotógrafo. Fue, también, un estudioso de la fotografía. Friedlander no fue un autodidacta. Entre 1953 y 1955, por ejemplo, Lee Friedlander realizó estudios de fotografía en el Art Center College of Design de Pasadena, California, una de las instituciones líderes en el mundo en la enseñanza gráfica y de diseño industrial. Esa vertiente de estudioso de la fotografía (unida a la de su amor por el jazz, que le llevó a Nueva Orleans) le permitió rescatar una serie de 89 negativos de fotografías de prostitutas de Storyville realizadas por el que es el fotógrafo protagonista de nuestro post de hoy: Ernest Bellocq.

No se saben muchas cosas sobre la vida de Ernest Bellocq. Sí se sabe que vivió en Nueva Orleans, que allí tenía un estudio comercial y que gran parte de su vida transcurrió en el barrio de Storyville, un distrito que contaba con casi una cuarentena de manzanas y que fue declarada por las autoridades de la capital de Louisiana como zona de prostitución tolerada. En Storyville, pues, se encontraban los burdeles más famosos de la ciudad y era al lado de uno de ellos donde Ernest Bellocq tenía su vivienda. Fue, sin duda, esta cercanía con el ambiente prostibulario de Storyville (barrio que fue cerrado y demolido a partir de una orden dictada por el Comando de la Marina de los EEUU poco después de 1917) el que permitiría a Ernest Bellocq realizar esas 89 fotografías que, encontradas por Friedlander en uno de sus viajes para disfrutar del legendario jazz de Nueva Orleans, le han bastado para pasar a la historia de la fotografía como hacedor de una fotografía erótica personalísima e inolvidable.

Negativos tarados

Ernest Bellocq, que seguramente se ganó la vida realizando retratos para la clase media de Nueva Orleans, realizó esas fotografías y Friedlander encontró los negativos de cristal en una tienda de saldos. Pero esos negativos tenían una característica que los hace perfectamente reconocibles: todas las prostitutas fotografiadas aparecían con la cabeza rayada e irreconocible. Así aparecieron en Storyville Portraits, el libro que, con las fotos de Ernest Bellocq, publicó Friedlander en 1967, tres años antes de que el Museo de Arte Moderno de Nueva York dedicara una exposición a las al mismo tiempo inquietantes y seductoras fotografías de prostitutas de Ernest Bellocq y en cuya organización y montaje colaboraron la escritora y ensayista Susan Sontag y el fotógrafo, conservador, crítico de arte, historiador y durante casi tres décadas director de fotografía del MoMA John Szarkowski .

Aún hoy no existe una teoría que dé respuesta a la pregunta de quién es el responsable de que los negativos de cristal de las fotografías que Ernest Bellocq había realizado a las prostitutas de Nueva Orleans alrededor de 1912 con una cámara de visor ocular aparecieran así. Hay quien habla de León Bellocq, un hermano jesuita del fotógrafo que, ofendido moralmente por el contenido de las fotografías eróticas realizadas por su hermano, deterioró dichos negativos al heredarlos tras la muerte Ernest, acaecida en 1949.

Otros autores apuntan a que fue el mismo Ernest Bellocq el que deterioró los negativos. Los que defienden esta teoría la sustentan argumentando un razonamiento técnico: los negativos de cristal sólo pueden ser rayados de ese modo cuando dicho negativo está húmedo. Pero, ¿si es así? ¿Por qué el propio Ernest Bellocq podría haber optado por rayar sus fotografías eróticas de prostitutas? Aquí, también, las teorías son varias. Se habla de pacto con las prostitutas. Se habla de fetichismo por parte del fotógrafo.

La vida de Ernest Bellocq ha despertado tantos interrogantes y ha dado lugar a tantas teorías que ha llegado, incluso, a llamar la atención del séptimo arte. Fue en 1978 cuando el famoso cineasta francés Louis Malle, autor de filmes como Ascensor para el cadalso, Los amantes, El soplo al corazón, Lacombe Lucien, Atlantic City, Adiós, muchachos o Herida, rodó Pretty baby (estrenada en España como La pequeña), una película protagonizada por Brooke Shields, Susan Sarandon y Keith Carradine. En el film de Malle, Carradine interpreta el papel de un fotógrafo inspirado directamente en la figura de Ernest Bellocq. Sarandon y Shields interpretan, respectivamente, los papeles de una madre prostituta y de su hija. Las relaciones de ambas con ese extraño fotógrafo interpretado por Carradine son la base argumental sobre la que se fundamenta la película, una de las citas ineludibles de las películas dedicadas a la prostitución.

A la figura de Ernest Bellocq dedicó también el escritor canadiense de origen cingalés Michael Ondatjee, autor de El paciente inglés, su novela Coming through slaughter.

Aprovechamos este espacio para recordar a uno de los fotógrafos que ha convertido a las prostitutas en dignas protagonistas de algunas de las más celebradas fotografías eróticas de la historia y, de paso, para contemplar algunas de esas fotografías.