¿Qué es el fenómeno curvy?

Le llaman “curvy” y lo califican de fenómeno demostrando que nada debe quedar sin nombre, ni tan siquiera algo que, de una manera u otra, ha existido desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer. Y, si quedara alguna duda, ahí están los cuadros de Rubens para demostrarlo. Mujeres con anchas caderas y pechos opulentos. Mujeres que acumulan alguna que otra adiposidad en su cuerpo. Mujeres con celulitis o con piel de naranja. Mujeres que no presentan el aspecto enfermizo que en ocasiones pueden llegar a presentar hoy en día quienes, para acomodar su imagen a los estándares de belleza impuestos por las empresas de publicidad y la moda imperante, se someten a la tortura de dietas casi inhumanas y maratonianas sesiones de ejercicio físico hasta conseguir aquello que, por natura, no poseen. Y es que, ya lo sabemos, los genes acaban determinando casi todo y en ese casi todo se incluyen tanto la propensión a la depresión como, por supuesto, la tendencia o no a ganar unos kilitos de más.

¿Cuántas personas no han llegado a decir que Rubens pintaba mujeres gordas? ¿No sería más apropiado decir que Rubens pintaba mujeres reales? Mujeres que han sido madres. Mujeres con un aspecto físico determinado por sus genes. Mujeres que ni son la Venus de Botticelli, aquella rubia que con su larga melena se cubría púbicamente su zona púbica, ni cualquiera de las bellísimas modelos que en la actualidad pueblan las páginas de las revistas y que protagonizan las campañas publicitarias de las más importantes marcas de artículos de moda del mercado internacional. Mujeres que no son Gigi Hadid ni Bar Refaeli ni Adriana Lima ni Irina Shaik pero que también son bellas y que han nacido, sin duda, para levantar pasiones.

Poco a poco, estas mujeres van abriéndose un espacio en las campañas de publicidad y en las pasarelas. Su tarjeta de presentación son, como cuenta la famosa canción de Javier Gurruchaga y su Orquesta Mondragón, Ellos las prefieren gordas, sus cuerpos bien cebados, sus cachas y senos bien hinchados y sus muslos apretados. Demasiada oferta la que nos ofrecen las mujeres macizas como para no reparar en ella. Demasiado buena como para no detenerse a contemplarla detenidamente y no abrir espacio en nuestra panza erótica para imaginarnos deglutiendo un plato así.

Y puestos a escoger a una de estas bellezas “curvy”, ¿qué mejor que hacerlo con quien, por méritos propio, se ha convertido en el estandarte principal de esa serie de mujeres que integran ese grupo que se ha dado en llamar “modelos XL”? Brillan entre ellas nombres como el de Ashley Graham, Tara Lynn, Robyn Lawley, Whitney Thompson o, ¡bendito nombre!, Fluvia Lacerda. A esta última, por su gran atractivo físico, la llaman la Gisele Bundchen XL. Quizás nos detengamos algún día a loar sus excelencias en esta página, pero ahora queremos loar las de quien se ha convertido en el nombre más famoso del fenómeno curvy, la modelo de tallas grandes estadounidense Candice Huffine.

La modelo curvy más famosa

Nacida en 1984 en Georgetown (Washington) y criada en las afueras de Maryland, Candice Huffine se ha convertido, con sus 90 quilos de peso y sus medidas claramente lejanas al estandarizado 90-60-90, en la modelo curvy más famosa del planeta. Hasta ha tenido la fortuna de aparecer en la edición 2015 del famoso calendario Pirelli. Fotografiada por el famoso fotógrafo Steven Meisel (autor, entre otras maravillas, de la colección de imágenes que componen Sex, el libro en el que se recogen las imágenes más ardientes y atrevidas de la cantante Madonna), Candice Huffine protagonizó el mes de abril de un calendario que era, principalmente, un canto al fetichismo.

Meisel, que ya la había fotografiado en 2011, supo captar lo mejor de Candice Huffine para hacer todo un canto a la belleza de lo diverso. ¡Que se acabe el imperio de las modelos de manual y cintura bulímicas! ¡Que muera de una vez por todas la dictadura de la talla 34 si ésta debe ser conseguida a base de esfuerzos casi antinaturales! Campañas como la de la colección Violeta de Mango han ayudado a convertir el bello rostro de Candice Huffine en un rostro famoso.

Es cierto que es un placer clavar la vista (debemos limitarnos desgraciadamente a eso) en cuerpos como el de Sara Sampaio, Xenia Deli o Ana Beatriz Barros, pero ello no debe hacernos obviar la belleza de alguien como Candice Huffine. ¿Puede, la exquisitez de una muestra de cocina de los hermanos Roca, Arzak o David Muñoz hacernos olvidar el exquisito sabor del cocido de nuestra abuela? Si los primeros platos nombrados (los de los cocineros que pueden lucir en sus delantales la bendición de las estrellas Michelin) pueden servirnos para experimentar un placer sibarítico, el segundo puede servir para darnos un atracón de proteínas, vitaminas y sales minerales.

Queremos hartarnos de saborear cada uno de los rincones del cuerpo desnudo de Candice Huffine. Seducidos por la limpieza de su mirada de mujer natural y deseosa, queremos hundirnos en el mullido refugio de sus carnes. Acogotados por la exuberancia de sus pechos, queremos gozar entre ellos de las maravillosas sensaciones que puede proporcionarnos la mejor paja cubana. Qué placer tan maravilloso debe ser el de amasar la cárnica rotundidad de tus glúteos, Candice Huffine. Imaginamos a Candice Huffine desnuda y no podemos sino soñar con una sesión de sexo tan desbocada como sucia. Como dijo Woody Allen, el sexo sólo es sucio cuando se hace bien. Y así queremos hacerlo contigo Candiche Huffine, suciamente, sintiendo cómo de tu cuerpo brotan sudores y humores que nosotros recogeremos con nuestros labios y nuestra lengua como si fuera el mismísimo néctar divino.

Y como a néctar divino, Candice Huffine, te imaginamos deglutiendo la excrecencia blanquinosa y espesa de nuestro deseo. A pensar en ello invitan tus labios, seductores y entreabiertos, imaginados como máquinas sedientas de placer que se amorrarán a nuestro pilón ejecutando soberbias felaciones que vaciarán nuestros testículos de todo el deseo acumulado mientras contemplamos tus imágenes.

Te imaginamos ardiente y fogosa, casi como una ninfómana perdida en mitad de un universo de muñequitas de pitiminí y bellezas que, de puro exquisitas, orinan Chanel. Y eso, el imaginarte ajena a las exquisiteces, natural y mortal, rezumando por tu vagina humores no necesariamente perfumados, nos excita hasta llevarnos hasta la práctica desaforada y apresurada de la masturbación, Candice Huffine. La practicamos batiendo nuestro miembro viril con saña hasta que hacemos brotar de él la espuma germinadora que, en nuestra imaginación, riega esa extensión que, desde tus ojos a tus pies y limitada por la frontera numérica del 100- 83-110 que se proclaman publicitariamente como tus medidas, es tu cuerpo, el cuerpo XL de Candice Huffine.

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