Bodyscape. Con este término anglófono se conoce un género fotográfico consistente en aprovechar las líneas sinuosas del cuerpo humano para, en base a ellas, retratar desnudos artísticos y, en muchos casos, simular un paisaje. Dentro de este género, si hay un fotógrafo que ha destacado sobre los demás haciéndose de ese modo un hueco en la historia de la fotografía erótica, ese fotógrafo es el estadounidense Allan Teger.

Nacido en 1942, Allan Teger se ha hecho famoso por un tipo de fotografía muy personal y fácilmente reconocible en la que se muestran partes de cuerpos desnudos que simulan paisajes y, sobre ellas, pequeños muñequitos que, con apariencia de personas reales, simulan interactuar con el paisaje que les rodea y que no es otro que esos cuerpos desnudos de los que hablamos.

La llegada de Allan Teger al mundo de la fotografía fue muy temprana. A los 13 años le regalaron la primera cámara y, con ella y su vocación, se convirtió en el editor de fotografía del periódico y del anuario tanto en la escuela secundaria como en la universidad. La entrada en facultad de Psicología, sin embargo, le alejó temporalmente de la fotografía. Llegado la década de los 70, la vida de Teger estaba asociada directamente a la Universidad de Pennsylvania. Involucrado como se hallaba en el mundo educativo, Allan Teger trabajaba también como consejero de drogas en una clínica gratuita de Filadelfia. Fue ahí, en el contacto directo con el ejercicio de la Psicología, donde Allan Teger empezó a sentir que la psicología académica tradicional estaba errando en su forma de tratar temas como el viaje interior o nuestra manera de percibir el mundo.

Cuando se habla de esta época de la vida profesional de Allan Teger hay que tener en cuenta la época de la que estamos hablando. Eran los años 70 del siglo pasado y, por tanto, un tiempo en el que, en mayor o menor medida, se produjo una eclosión del interés por la mística, la meditación, la experimentación con drogas y la alteración voluntaria de la percepción. Estamos hablando de años en los que el LSD, la marihuana e, incluso, la heroína, estaban calando hondo en la cultura popular. Esta eclosión de la que hablamos se tradujo en un aumento de bibliografía sobre estos temas y Allan Teger empezó a preocuparse por estos temas.

Uno de los temas que más centró el interés de Allan Teger fue el de las realidades múltiples. Teger se declaraba firme defensor de la idea de que existen dos realidades al mismo tiempo. Para Allan Teger, además, esas dos realidades, pese a ser completamente diferentes, pueden ser perfectamente correctas. Para plasmar esa idea, Teger regresó a la fotografía.

De regreso al mundo de la fotografía, fue una imagen mental la que condujo a Allan Teger, allá por 1975, al bodyscapes: la de un esquiador descendiendo por un seno. No en vano, para Teger, la forma y la estructura del universo se repite en todos los niveles. Así, ese seno podía ser visto como un cuerpo, pero también como un paisaje. Esa imagen, que fue para él como un fogonazo, podía conducirle a otras. Y así fue como Teger se lanzó de manera autodidacta a la realización de una obra fotográfica que, como hemos comentado anteriormente, ha resultado ser sumamente original e identificable. En 1981, Allan Teger, gracias a su éxito, ya podía dedicar todo su tiempo a la fotografía artística.

La obra fotográfica de Allan Teger se caracteriza por el aprovechamiento que de las luces y las sombras hace el fotógrafo, que captura imágenes en una sola toma y que, para dar sensación de realidad a sus imágenes, renuncia al uso del Photoshop.

Con los años, Teger ha ido ampliando su repertorio técnico. En algunas de sus obras, el fotógrafo estadounidense escanea fotografías antiguas y las imprime con tintas de archivo en un material especial que después se puede transferir a papel de acuarela. Teger también se ha preocupado de crear collages por transferencia, ha utilizado el acetato o ha echado mano al pincel o al lápiz para completar sus creaciones.

En este artículo dedicado a su obra te mostramos algunas de sus imágenes más icónicas.