Estereotipos y generalizaciones

Nos acostumbramos a mover por estereotipos. O por generalizaciones. Y los estereotipos y las generalizaciones son las dos grandes orejeras con las que solemos avanzar en la noria de la vida y las que nos impiden ver la realidad con todos sus matices y de una manera completa. Un ejemplo: cuando escuchamos la palabra prostitución la inercia de los estereotipos y las generalizaciones nos llevan a imaginarnos una escena muy particular. En esa escena, que puede desarrollarse en la barra de un bar de copas, en la esquina de una calle de arrabal o en algún prostíbulo o agencia de escorts elegantemente decorado de la parte alta de la ciudad, una mujer se ofrece como mercancía sexual a un hombre que reclama sus servicios. Así, la palabra prostitución se transforma en nuestra cabeza en la actividad u ocupación de la “mujer” que tiene relaciones sexuales a cambio de dinero. Y esa definición, que hemos utilizado mentalmente para crear una imagen de lo que es la prostitución cuando la palabra prostitución ha reclamado nuestra atención, es una definición que peca de incompleta. Y es que, en puridad, la prostitución es la actividad u ocupación de la “persona” que tiene relaciones sexuales a cambio de dinero.

El matiz que diferencia nuestra proyección mental de lo que es la prostitución de lo que en verdad es ésta es importante. Muy importante. Nosotros, al pensar en prostitución, pensamos en mujeres que alquilan su cuerpo, y al hacerlo olvidamos que el concepto de prostitución hace referencia también a los hombres que alquilan su cuerpo y prestan servicios sexuales a cambio de dinero.
¿Que éstos son muchos menos? Sin duda. ¿Que su presencia social es menos evidente? Por supuesto. Pero haberlos, haylos. Y hacerlos visibles es lo que, entre otras cosas, ha pretendido el trabajador social Iván Zaro al elaborar su obra La difícil vida fácil: Doce testimonios sobre prostitución masculina, un libro recientemente editado por la editorial Punto de Vista Editores.

La difícil vida fácil

Para realizar su libro sobre la prostitución masculina, Iván Zaro ha entrevistado a un conjunto de hombres que, llegados desde distintos puntos geográficos del mundo (Europa del Este, Latinoamérica, África, españoles…), ejercen la prostitución en locales de ocio nocturno, en saunas, en pisos gestionados por proxenetas, en la calle o a través de internet.

En La difícil vida fácil se recoge desde el testimonio de un travesti, de un actor porno o de un Amo experto en prácticas BDSM (bondage, dominación/sumisión y sadomasoquismo) hasta el de tres hombres que, en un momento dado de su vida, abandonaron el ejercicio de la prostitución.

Iván Zaro no se acercaba por vez primera al mundo de la prostitución masculina cuando decidió escribir La difícil vida fácil. De hecho, la de la prostitución masculina ha sido su especialidad desde que, gracias a su formación en Trabajo Social y Sociología, empezó a trabajar como trabajador social hace ya más de trece años.

El parto de La difícil vida fácil ha durado tres años. En las páginas de ese libro se recogen experiencias muy crudas y dolorosas. La de un huérfano que se inició en el mundo de la prostitución masculina a la edad de doce años, por ejemplo. O la de un subsahariano irregular que ha tenido que luchar contra el tabú que toda relación homosexual implica para muchos musulmanes y que estaba enraizado en lo más hondo de su propia personalidad. En casos como éste, el sentimiento de culpa se sumaba a los dos grandes problemas a los que debe enfrentarse el hombre que decide ejercer la prostitución masculina. Esos dos problemas son el miedo (y la posibilidad real) de contraer una enfermedad de transmisión sexual y el progresivo aislamiento personal que se deriva de la estigmatización tanto externa como interna que, en muchas ocasiones, se ven obligados a padecer los prostitutos. El hombre que ejerce la prostitución tiene que llevar, al igual que en muchas ocasiones le sucede a la mujer, una doble vida.

Prostitutos y clientes muy variados

En La difícil vida fácil podemos encontrar el testimonio de hombres que han optado por el camino de ejercer la prostitución masculina a causa de la crisis económica, de chicos de provincias que, llegados a Madrid, empezaron por hacérselo en los lavabos de los cines X y de jóvenes que han encontrado en internet un magnífico y sencillo medio para anunciarse y contactar con sus clientes.

Internet, al igual que sucede en el caso de la prostitución femenina, ha abierto un abanico de posibilidades para la prostitución masculina. Pero el anunciarse en internet exige una serie de esfuerzos. Si se quiere competir hay que lucir bien en los anuncios ya que todo anuncio es un rival con el que el resto de anuncios de la red deben competir. Un competidor al que hay que vencer. Eso supone invertir en gimnasios, entrenadores personales, sesiones de belleza y fotógrafos profesionales que dominen el oficio del retrato y sepan extraer lo mejor de cada modelo. Puro marketing, en definitiva. Todo para, al fin, poder captar la atención de un cliente.

¿Que cómo es el cliente de la prostitución masculina? Tal y como indica Iván Zaro en La difícil vida fácil, muy variopinto. La mayoría, eso sí, están casados, y en la inmensa mayoría de los casos, con una mujer. Otros, sin embargo, están casados con hombres. Otros son chicos solteros gais. Otros, chicos inexpertos en busca de su primera experiencia. Otros, bisexuales dubitativos que intentan decantarse por una de las dos opciones que sexualmente les atrae y que creen que, escogiendo a un profesional del sexo, lo conseguirán de una manera más sencilla. Tampoco faltan los discapacitados y los ancianos, los banqueros y los sacerdotes, los políticos y los actores… Los prostitutos entrevistados por Iván Zaro y cuyas experiencias han servido a éste para redactar La difícil vida fácil destacan la enorme variedad de tipos de clientes de la prostitución masculina con la que se han encontrado en el ejercicio de su profesión. En esto no se diferencian en nada de sus compañeras prostitutas. También ellas bregan con una tipología de clientes bien variada.

El último capítulo de La difícil vida fácil está dedicado a tres hombres que un día, tras ejercer la prostitución, la abandonaron. En este capítulo se habla de si resulta difícil o no abandonar el ejercicio de la prostitución masculina, de si hay un momento en el que es la misma prostitución la que expulsa al prostituto de su ejercicio y de si el entorno colabora en la búsqueda de una alternativa laboral o no. Con este último capítulo, Iván Zaro pretende completar su objetivo de mostrar a los lectores, sin sensacionalismo alguno y huyendo del morbo, lo que es la prostitución masculina.

La lectura es recomendable. Seguramente tras ella, cuando escuchemos la palabra prostitución ya no cometeremos el error de pensar única y exclusivamente en mujeres que prestan servicios sexuales a cambio de dinero.