Historia del ojo

Se suele recurrir al lugar común de afirmar que Georges Bataille fue el primer pensador del erotismo. En una web como ésta, dedicada al erotismo, no podíamos dejar de dedicar un artículo a su obra.

¿Quién fue Georges Bataille? Bataille fue un antropólogo, pensador y escritor francés nacido en septiembre de 1897 y muerto en julio de 1962 que publicó ensayos sobre temas tan variados como el misticismo, la poesía, las artes, la filosofía, la economía y, por supuesto, el erotismo. Influenciado por autores como Hegel, Freud, Marx, el Marqués de Sade y Fiedrich Nietzsch, Georges Bataille fue desdeñado por contemporáneos suyos como, por ejemplo, Jean Paul Sartre.

Interdisciplinar hasta la médula, Georges Bataille creaba obras que estaban a caballo entre la pura literatura y el pensamiento, aunque él rechazó en más de una ocasión el que pudiera ser catalogado de filósofo. Una muestra de ese tipo de creación que parece estar a medio camino de varios géneros sin pertenecer en exclusiva a ninguno de ellos es su “novela” Historia del ojo.

Georges Bataille publicó Historia del ojo bajo el pseudónimo de Lord Auch. La prosa de esta obra, eminentemente surrealista, sirve a Bataille para hablar de algunas de sus obsesiones temáticas. El sexo, la muerte y la fe (la fe particular de un Bataille que de joven estudió en el seminario pero que lo abandonó, entre otras razones, por su marcada pulsión histórica) se convierten en temas estelares de una obra protagonizada por Simone, una joven desinhibida y transgresora que encarna maravillosamente el Deseo, pero también el Pecado, lo Prohibido, el Placer… Simone está más allá de las prohibiciones. Tiene patente de corso para saltárselas. Ellas y su compañero de viaje. Por eso en las relaciones sexuales de Historia del ojo juegan un papel tan destacado la sangre, la orina, los fluidos corporales, las heces… Porque el erotismo de Bataille en Historia del ojo es, fundamentalmente, un erotismo transgresor y lleno de escenas tan impactantes como inolvidables.

Digno heredero del Marqués de Sade, Bataille perfila en Historia del ojo algunas escenas que parecen fruto de una violenta alucinación. Un ejemplo: Simone y su amante, Georges, conocen a Marcela y, entre otras lindezas, la masturban, orinan sobre ella y, una vez que Marcela, arrastrada por su locura, se ahorca, se procuran placer con su cadáver. ¿Otro ejemplo de hasta qué punto el erotismo de Bataille puede resultar transgresor? Simone abofetea a un sacerdote, lo desnuda, le orina encima, le masturba, le practica una felación… Si hasta hoy en día Historia del ojo tiene la facultad de escandalizar, ¿qué no haría en la lejana fecha de 1928, año en que Bataille publicó esta obra de referencia en la historia de la literatura erótica?

El erotismo

Casi treinta años después, Georges Bataille publicó una obra que, más allá de lo literario, recoge su visión sobre lo que es el erotismo. Dicha obra, editada en 1957, es El erotismo. En esa obra apunta Bataille una idea fundamental: el erotismo es algo exclusivamente humano. Sólo el hombre puede convertir su actividad sexual en erotismo porque sólo él, entre todos los seres vivos, puede tener actividad sexual sin perseguir un fin procreatorio. Los animales, dice Bataille, no tienen vida erótica (aunque pueden participar de la del ser humano).

Bataille negaba a los animales la capacidad erótica pero, al mismo tiempo, abogaba por un comportamiento casi animal en el sexo. Ese comportamiento casi animal por el que aboga Bataille parte de una premisa y una obligación inicial y casi determinista: el erotismo debe romper con la prohibición que, al mismo tiempo, le da razón de ser.

En El erotismo, considerada su obra maestra, Bataille concibe tres formas de erotismo: el erotismo de los cuerpos, el erotismo de los corazones y el erotismo sagrado. Hay un sentimiento que, según Bataille, está presente en estos tres tipos de erotismo. Ese sentimiento es la nostalgia. Bataille apunta a que en los tres tipos de erotismo se busca sustituir el aislamiento del ser y su “discontinuidad” por un sentimiento de “continuidad profunda”. Y es que, sostiene Bataille, al nacer quedamos solos y absolutamente solos nos mantenemos hasta la muerte, situados en un abismo que nos separa de los otros. La nostalgia, pues, nos empujaría a buscar ese tiempo en que éramos continuos, es decir, ese tiempo en que aún no éramos sino una masa indiferenciada con el universo.

Para Bataille, cuando el hombre se sumerge en lo que él llama “sexualidad vergonzante” lo que está haciendo es escapar a su animalidad. Así, las prohibiciones morales impuestas al sexo cumplen una función primordial: delimitan los límites de la libertad sexual y, al hacerlo, dan razón de ser a eso que Georges Bataille llama sexualidad vergonzante, es decir, a ese acto sexual que hombre y mujer practican a solas, escondidos, comprometidos el uno con el otro en la búsqueda de una continuidad que les sobrepase y una. Así, lo que erotismo persigue es una continuidad mágica y fusionadora, una especie de muerte. En el caso del erotismo de los cuerpos, esa fusión se perseguiría a través del sexo. En el del erotismo de los corazones y el religioso, esa fusión se perseguiría a través de la figura de una persona amada o de un dios.

Entre lo revolucionario y lo violento

El erotismo de Bataille es un erotismo radicalmente revolucionario. El poder social, sostiene Bataille, emana de la represión del deseo. Al buscar la experiencia de un goce desmesurado, lo que el ser humano busca es transgredir los límites de una realidad mediocre. El erotismo de Bataille es un erotismo en el que enraízan un amplio número de contrarios que luchan entre sí. La razón y el exceso batallan en el erotismo de Georges Bataille, pero también lo hacen los conceptos de prohibición y transgresión, de trabajo y deseo, de hombre y animal, de dulzura y violencia, de bondad y maldad, de belleza y fealdad…

El erotismo de Bataille es un erotismo que encuentra su verdadero goce en la experiencia del pecado. El goce está íntimamente ligado a la prohibición. Georges Bataille lo dice bien claro cuando escribe:

“Estás en poder del deseo al abrir tus piernas, exhibiendo tus partes sucias. En cuanto dejases de experimentar esa posición como prohibida, el deseo moriría de inmediato, y con él la posibilidad de placer”. Lo prohibido, pues, incita a la transgresión.

El erotismo de Georges Bataille es, en cierto modo, una experiencia interior. Es algo así como una experiencia religiosa, que diría la canción, pero en un mundo en el que Dios ha sido asesinado. El individuo, en la teoría erótica de Bataille, no puede buscar a Dios. Su búsqueda, pues, es la búsqueda de su propio yo. El propio cuerpo se convierte, así, en algo sagrado, y por tanto algo, en cierto modo, profanable. Y es en esa profanación donde encuentra su justificación, de algún modo, la búsqueda erótica tal y como es entendida por Bataille, que describe cómo, cuando el hombre está entregado al disfrute extremo del sexo, sus estados de conciencias se alteran de una manera radical y sus facultades cognitivas y afectivas se intensifican y dilatan.

Para Georges Bataille, y según su concepción del erotismo, el ser humano soberano utiliza su cuerpo para comunicarse con el otro y, al mismo tiempo, consigo mismo. En una sociedad en la que se ha convertido al cuerpo en un valor de cambio, Bataille propone sacralizarlo. Para conseguirlo no hay que establecer distinciones entre erotismo y pornografía. ¿Para qué hacerlo, parece decirse Bataille, si el cuerpo se hace discurso tanto en el erotismo como en la pornografía? Bataille califica de maniquea la división que suele hacerse entre erotismo y pornografía. El erotismo no es lo artístico, estético y elegante ni la pornografía es o tiene que ser lo obsceno y vulgar. Bataille mezcla ambas retóricas (la tradicionalmente considerada como erótica con lo que comúnmente ha sido entendido como pornografía) para crear un tipo de literatura difícilmente clasificable, muy personal y directamente heredera del estilo del Marqués de Sade.

El erotismo de Georges Bataille es un erotismo violento en el que se mezclan placer y repugnancia, goce y dolor. El éxtasis y el horror van, a menudo, de la mano. Sólo con el ejercicio de esa violencia, sostiene Bataille, puede el hombre trascender sus límites. La comunicación íntima con el otro, así, necesita de la violencia. El éxtasis, así, se convierte en una especie de muerte simbólica. Eros y Thanatos, sexo y muerte, se unen en un abrazo indisoluble que Bataille bendice.