Li Yu, oculto tras un seudónimo

Si hay una obra literaria que puede considerarse un clásico intemporal del erotismo chino, ésa es La alfombrilla de los goces y los rezos. Aparecida en 1657 y firmada con seudónimo, la autoría de la misma se ha otorgado desde siempre al narrador y dramaturgo Li Yu.

Li Yu fue un escritor chino que vivió entre el 1611 y el 1680. En 1644, caída la dinastía Ming e iniciado el tiempo de la dinastía Qing, Li Yu, que había iniciado estudios para convertirse en alto funcionario del Estado, decidió dar un paso capital en su vida: decidió dedicarse a las letras. Para ello, Li Yu buscó la protección de altos funcionarios y se dedicó a componer dramas y a organizar espectáculos para ellos.

A partir de 1657, Li Yu se estableció en Nankín, una ciudad situada en la provincia de Jiangsu, cerca del río Yangtsé y a unos 300 km de Shanghái. Allí construyó una villa y un jardín al que dio el nombre de “jardín de la semilla de mostaza”. Gran viajero, Li Yu conoció múltiples rincones de su inmenso país. Estuvo en Pekín y conoció las provincias de Shansi, Kansu, Fukien y Kwangtung.

Li Yu escribió diez obras dramáticas agrupadas bajo el título conjunto de Li Weng Shih Chung Ch’ü. De entre todas ellas, la más famosa fue Yu Fêng Chêng Wu. Li Yu escribió también algunos relatos y fue un notorio autor de ensayos y escritos literarios. La más importante de las recopilaciones de sus textos ensayísticos es Hsien Ch’ing U Chi. Esta colección de textos reúne dieciséis capítulos. En ellos Li Yu expone sus ideas sobre temas tan diversos como el arte, la moda, la higiene, la gastronomía o la belleza femenina, entre otros.

Como hemos dicho, es a Li Yu a quien se atribuye la autoría de La alfombrilla de los goces y los rezos, una obra cuyo título, de manera más literal, podría ser traducido como La alfombrilla de rezos para meditar sobre lo carnal, y que es considerada, como hemos dicho también, una obra clásica del erotismo de todos los tiempos y un hito dentro de la literatura china.

Iniciación y aprendizaje

Hay autores que han visto en La alfombrilla de los goces y los rezos un antecedente directo de la Fanny Hill que John Cleland publicara en Inglaterra en 1748, casi cien años después de que, al parecer, fuera escrita La alfombrilla de los goces y los rezos. Una y otra pueden ser concebidas como novelas de iniciación. Lo que se nos cuenta en ellas es, principalmente, la iniciación y progresivo aprendizaje erótico de los personajes protagonistas de ambas novelas.

En el caso de la famosa y durante tantas décadas censurada y perseguida novela de Cleland, la iniciación y aprendizaje que se nos cuenta es el de una joven inglesa que, de burdel en burdel y de amante en amante, va descubriendo las diferentes formas y posibilidades de las relaciones eróticas.

En el caso de La alfombrilla de los goces y los rezos, novela que circuló libremente por China durante tres siglos y hasta el triunfo de la revolución comunista en 1949, la iniciación y aprendizaje que se nos cuenta es la de un joven estudioso del zen. Antes de tomar los hábitos como monje, este joven estudioso se embarca en una vida de absoluto libertinaje. Ese aprendizaje está salpicado de aventuras e intrigas amorosas que a veces resultan cómicas y a veces adquieren tonos cercanos al dramatismo. El protagonista, por ejemplo, llega, incluso, a “operarse”, para, de alguna manera, tener mejor rendimiento como amante. En cualquier caso, las experiencias vividas por el protagonista de este clásico del erotismo chino en su aprendizaje sexual resultan, en todo momento, iluminadoras.

Erotismo sin rubor

Y es que lo que Li Yu parece querer contarnos en La alfombrilla de los goces y los rezos es que el libertinaje también puede ser una buena vía de conocimiento. Las reflexiones de Li Yu, llenas de ironía, parecen apuntar a un camino (el de aprobar el libertinaje como vía de conocimiento) en el que tiene cabida cualquier tipo de comportamiento erótico. Un ejemplo, el destacado por Roser Amills en su obra Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes de la historia. En dicha obra, en la que Amills realiza un cumplido inventario de fantasías eróticas y, en cierto modo, de prácticas más o menos fetichistas extraídas de múltiples lecturas y de la biografía de un sinfín de famosos, aparece una práctica sexual de profundas connotaciones acustofílicas extraída de La alfombrilla de los goces y los rezos.

Cuando hablamos de acustofilia estamos hablando de la capacidad de excitarse a partir de estimulaciones auditivas. El uso del “hablar sucio”, por ejemplo, sería una perfecta muestra de acustofilia. En La alfombrilla de los goces y los rezos, y tal y como nos recuerda Roser Amills en su obra, un personaje femenino de la novela cuenta lo siguiente:

“Tenderse junto a una pareja de amantes y escuchar los ruidos que hacen es suficiente para volverse loco de deleite. Cuando mi marido vivía, yo solía pedirle que sedujera a una criada y que lo hiciera lo más rápida y ruidosamente posible, para que la muchacha no pudiera contenerse y comenzara a gritar. Eso me transportaba y tosía, momento en que él volaba a mi cama y empujaba con todas sus fuerzas. Le hacía pasar por alto la estrategia habitual y lo arrojaba a un ataque continuo. Yo no sólo experimentaba una sensación placentera en mi interior, sino que ésta llegaba al fondo de mi corazón y me corría después de setecientas u ochocientas arremetidas. Como método, es mejor que las imágenes y novelas eróticas”.

Sin duda, el texto de La alfombrilla de los goces y los rezos carece de remilgos y pudores expositivos. En el siguiente fragmento, por ejemplo, podemos comprobar hasta qué punto se vuelve plástica e intensa la narrativa erótica de Li Yu y hasta qué punto esta obra imprescindible del erotismo chino puede considerarse pionera y precursora de mucha narrativa erótica posterior:

“Juega a besar y golpear, y yo ahí, en medio de la habitación y el tras de mí, me separa las piernas y suavemente baja mi torso, busco un punto de apoyo y me tomo de unas cortinas de la pared, es entonces cuando siento de improviso su lengua jugando en mi vulva, descubre mi clítoris y lo roza suavemente con sus labios, mis labios son apenas mordidos, su lengua me penetra y me penetra, su boca perdida en mi vagina, con sus manos separa mis columnas y entra en mí con pasión, desesperado y hambriento, me come, me succiona hasta hacer explotar mis fluidos y me corro en su cara. Me dejo caer y me recuesto, y por fin el me besa y me excita el sabor de mi sexo en su boca, me refriego en su cara para secarlo y llevarme el olor de mi calentura, quiero que me penetre pero me da miedo…”.

Si eres aficionado a la literatura erótica y deseas leer esa interesante y sensual novela que es La alfombrilla de los goces y los rezos puedes encontrarla en numerosas librerías on line. Sin duda, en ella encontrarás inolvidables pasajes de intenso erotismo que te permitirán conocer mejor la sensualidad propia del erotismo chino.