Otra belleza made in Victoria’s Secret

A la hora de buscar protagonistas para esta sección hay algo que siempre tenemos presente: hay semilleros a los que nunca se puede renunciar, a los que siempre hay que echar un ojo, que siempre deben estar en la agenda del redactor encargado de realizar un texto laudatorio sobre alguna de esas bellezas que pululan por las páginas de las revistas, por las marquesinas de las paradas de autobús y por los spots publicitarios televisivos y que nos dejan sin aliento con la en muchas ocasiones indescriptible espectacularidad de su belleza.

Uno de esos semilleros en los que encontrar un nombre que dé pie a uno de los artículos de esta sección es, sin duda, la marca estadounidense de lencería Victoria’s Secret. La famosísima marca nos ha brindado ya los nombres, entre otros, de Alessandra Ambrosio, Adriana Lima, Sara Sampaio o Barbara Palvin. Ahora, nos brinda otra más: el de la escultural modelo sueca Elsa Hosk.

Las cifras, en ocasiones tan frías, pueden explicar la razón de ser de ese calor que arde dentro de nosotros cuando contemplamos una fotografía de Elsa Hosk. Esas cifras hablan de sus medidas. IMG Models, la agencia de modelos que la representa, proporciona estas cifras: 1,76 cm de altura y 79-58-90 de medidas corporales. Un pibón, sin duda. Si a eso sumamos su llamativa melena rubia y sus felinos y rasgados ojos azules, Elsa Hosk se convierte, sin duda, en una de esas mujeres dignas de poblar nuestros mejores sueños.

Elsa Hosk, esta espectacular sueca (grita, José Luis, grita desde donde estés aquello que tú gritabas de “¡que vienen las sueeecas!”), afirma no sentirse del todo a gusto con su físico. Nos frotamos los ojos, incrédulos, al leer sus declaraciones. Amante confesa de las hamburguesas, Elsa Hosk se ve a sí misma “un poco demasiado grande”. Nosotros, lógicamente, no aplaudimos dicho autodiagnóstico. De hecho, Elsa Hosk, nosotros te vemos muy deseable. Mucho. Tanto, que no podemos comprender cómo no ganaste todos los partidos de baloncesto que jugaste durante los dos años que te dedicaste profesionalmente a él en la liga de tu país y tras graduarte en el instituto. Te imaginamos ahí, en la cancha, botando la pelota, avanzando hacia la canasta, y no podemos concebir sino el embeleso, en ocasiones admirativo, en ocasiones deseador, en ocasiones envidioso, de todas las rivales que se enfrentaran a ti en aquellos días de tu adolescencia. Que te persiguieran para posar no nos extraña. Si tú no vales para lucir las prendas de los mejores diseñadores de moda, ¿quién puede valer?

Nos cuentan en las redes y en las revistas que abandonaste el baloncesto para dedicarte al modelaje y que de aquél extrajiste dos grandes lecciones. Una: que la exigencia física del baloncesto te sirvió, Elsa Hosk, para afrontar con conocimiento de causa los entrenamientos que habían de servirte, en el mundo del modelaje, para mantenerte tan divinamente en forma. Y dos: que gracias a la práctica profesional del baloncesto te preparaste para afrontar una de las partes más duras de la vida de las modelos, la de los continuos viajes a los más diversos sitios del planeta.

Ahora, cuando eres una estrella del modelaje mundialmente reconocida, cuando posas para las más famosas publicaciones del mundo (Elle, Vogue, Maxim, Harper’s Bazaar, Lui…) y cuando te has convertido, en un momento u otro, en rostro y cuerpo anunciadores de marcas como Dior, Dolce & Gabbana, Ungaro, H&M, Guess, es el kick boxing el deporte que más practicas y en el que, dicen, se basa tu rutina fitness. La práctica de este agresivo deporte y el bailar (¡qué gran placer debe ser, Elsa Hosk, verte mover el esqueleto en la pista de baile!) te permiten lucir la espléndida figura que luces, por ejemplo, en las magníficas, sugerentes e inolvidables fotografías que un día aparecieron publicadas en la revista francesa Lui.

Un desnudo inolvidable

Ver a Elsa Hosk desnuda en las páginas de Lui implica asumir una vez más la envidia que nos provoca un fotógrafo como David Bellemere. Este mundialmente conocido fotógrafo de moda de origen francés (nació en París en 1972) ha conseguido desnudar a algunas de las más bellas mujeres del planeta. Entre ellas figura la siempre sugerente Elsa Hosk.

Contemplamos a Elsa Hosk desnuda, ese cuerpo estilizado y hermoso digno de protagonizar las mejores historias de amor nórdicas, y la imaginación disparata el lento viaje de nuestra lengua por esa geografía de inaudita belleza que es el cuerpo de la que, contemplada sobre unas rocas, a orillas del mar, se ha convertido ya, por derecho propio, en la lúbrica sirenita a la que no dudaríamos ni un segundo en acompañar al fondo del mar. Imposible no soñar con nuestra lengua demorándose en esos pezones, los pezones de Elsa Hosk, esas maravillosas delicadezas que coronan la hermosa mesura de los pechos de Elsa Hosk. Alejados absolutamente de la exuberancia, los pechos de Elsa Hosk son un canto a la precisión. Uno los imagina sensibles, rápidos en su respuesta a la caricia, centro neurálgico de una red nerviosa que transmite excitación y erotismo a cada uno de los rincones de ese cuerpo, el cuerpo de Elsa Hosk, que tanto deseamos y con el que tan lúbricamente soñamos.

Elsa Hosk consigue integrar elementos que podrían parecer antitéticos. Elsa Hosk, el cuerpo desnudo de Elsa Hosk, aúna lo etéreo y lo carnal, lo platónico y lo aristotélico. Elsa Hosk, de ser ciudad, sería la ciudad en la que un día, seguramente por motivos profesionales, decidió vivir. Vemos a Elsa Hosk paseando por las calles de Manhattan con alguno de sus presuntos novios y vemos en esa imagen la postal que siempre quisimos protagonizar. Esa postal, de alguna manera, nos serviría para plasmar la que podría ser, perfectamente, nuestra idea de la felicidad: una mezcla hecha a base de cantidades no necesariamente iguales de paseos por la Quinta Avenida o por Central Park con Elsa Hosk de la mano, de cenas compartidas con Elsa Hosk en Buddakan o en The Dinner y, lógicamente, de noches de sexo apasionado con Elsa Hosk en un apartamento con vistas al puente de Brooklyn. Después de todo, ¿qué futuro más cool y feliz que ése se puede imaginar?