¿Una culpabilidad compartida?

¿Culpable David Hamilton o culpables todos los que hicieron que fuera famosos? ¿Culpable sólo el fotógrafo que fue acusado en alguna ocasión de realizar pornografía infantil con sus fotografías o culpables los que aplaudieron sus obras? ¿Culpable sólo quien fue acusado en los últimos tiempos de su vida de haber abusado de alguna de las modelos de sus fotografías o culpables los que defendieron esas mismas obras como una muestra de elegante sensualidad? Estas preguntas no son fáciles de contestar. O no lo son en una sociedad como la actual en la que, por fortuna, se intenta velar de una manera especial por la integridad física y moral de los menores de edad.

Porque… ¿qué fotógrafo podría dedicarse, hoy en día, a fotografiar, ligeritas de ropa o directamente desnudas, a un sinfín de jovencitas casi impúberes? Ninguno, seguramente. Quien pretendiera retratar a una muchacha así sería, de inmediato, acusado de pederastia. Y, sin embargo, el fotógrafo británico David Hamilton dedicó gran parte de su vida y de su carrera profesional como fotógrafo a realizar ese tipo de fotografías. Tanto, que hasta creó un estilo propio, perfectamente reconocible hoy en día

De David Hamilton, fotógrafo nacido en abril de 1933 en Londres y fallecido hace apenas unos meses en París, se ha resaltado siempre su autodidactismo, su estilo y, por supuesto, los temas escogidos para sus fotografías artísticas. Los colores suaves, las atmósferas difuminadas, el uso del grano grueso, el desenfoque y la veladura fueron las características principales de una obra fotográfica centrada principalmente en el retrato de modelos femeninas que o bien acababan de entrar en la adolescencia o bien estaban instalada en ella y que, en todo momento, transmitían inocencia, naturalidad, elegancia y un sutil erotismo.

El fotógrafo de las lolitas

Para representar todos los conceptos señalados, David Hamilton recurrió a un tipo de muchacha muy concreta: la muchacha escandinava. Para Hamilton, la muchacha escandinava podía representar esa imagen inocente y sutilmente erótica durante más tiempo. En cierto sentido, David Hamilton sería, así, el retratista erótico de la figura de la lolita, uno de los autores más destacados a la hora de capturar la esencia de esa feminidad en proceso de formación que, incorporando ya la sensualidad de la edad adulta, no acaba de desprenderse de la inocencia que tradicionalmente asociamos a la infancia.

Si tuviéramos que describir lo que visualmente es una obra de David Hamilton diríamos que, resumiendo, éste intentó trasladar al lenguaje fotográfico parte de lo que el pintor impresionista Edgar Degas había realizado en sus cuadros. Inspirándose en la obra de Degas, David Hamilton realizó en 1972 su libro La danse. Las bailarinas retratadas en esta obra parecen haber escapado de un cuadro del pintor francés. Un halo de niebla rodea a esas bailarinas adolescentes y un tutú las viste, aunque Hamilton aporta en sus cuadros su granito personal. En sus fotografías siempre surge algún pecho al aire, algún desnudo prácticamente integral o algún detalle corporal que da a su creación un aire eminentemente erótico.

En La danse, igual que en obras posteriores suyas como pueden ser La edad de la inocencia o Sisters, David Hamilton combinó dos técnicas (el desenfoque y el uso de vaselina sobre la lente) que, finalmente, serían heredadas por buena parte del cine erótico de los años setenta y ochenta. Quien haya visto películas de la época puede recordar aquellos ambientes artificialmente exóticos en los que los perfiles de las cosas se difuminaban. Actrices como la española Sara Montiel, por ejemplo, se hicieron famosas por solicitar a sus fotógrafos el uso de ese leve difuminado de los contornos que daba un aire más sugerente a la imagen y, al mismo tiempo, ayudaba a disimular los efectos de la edad sobre sus rasgos faciales. Casi podríamos clasificar como mítico el uso de medias cubriendo el objetivo para fotografiar a la Montiel y hacerla aparecer como una mujer surgida del mundo mismo de los sueños. Con ese viejo truco fotográfico también se conseguía la imagen levemente desdibujada que David Hamilton conseguía en sus fotografías colocando vaselina sobre la lente.

A la hora de buscar una escenografía para sus fotografías eróticas, David Hamilton buscaba escenarios que tuvieran claras connotaciones de tratarse de lugares privados. Un baño o un dormitorio pueden ser excelentes lugares para retratar a esas adolescentes que parecen, en algunos casos, bordear los límites mismos del orgasmo o que, en algunos casos, muestran una actitud claramente masturbatorias. No hace falta decir que muchas de esas imágenes resultan muy perturbadoras.

David Hamilton, que fue director artístico de revistas como Elle o Queen fue autor también de cinco películas. Todas ellas engrosaron el catálogo de un género que fue llamado en su momento “cine S”. De entre esas cinco películas, entre las que figuran títulos como Laura, Las sombras del verano, Tiernas Primas y Primeros deseos, la más interesante de todas fue Bilitis. Esta película, inspirada en Las canciones de Bilitis, una colección de poemas eróticos escritos por Pierre Louÿs en 1894, aborda el erotismo lésbico desde una perspectiva fundamentalmente voyeur.

Denuncia y muerte de David Hamilton

El año pasado, David Hamilton fue denunciado por Flavie Flament, que había sido modelo suya cuando ella tenía 13 años de edad. Flavie Flament acusaba a David Hamilton de haberla violado. Poco después de que Flament realizara su denuncia, tres mujeres más, antiguas modelos del fotógrafo inglés, lo acusaron de haber abusado de ellas cuando eran adolescentes y él las fotografiaba en distintas localidades del sur de Francia.

David Hamilton rechazó las acusaciones. Clamó por que se defendiera su presunción de inocencia. Exigió ser considerado inocente. Argumentó que Flament, presentadora de televisión y autora de la novela autobiográfica La consolation, perseguía con su denuncia sus “quince minutos de gloria” y una publicidad extra para la misma. En La consolation se narra la agresión que un célebre fotógrafo infligía a la narradora durante su adolescencia. David Hamilton declaró que presentaría varias denuncias por difamación. No llegó a hacerlo. Varios días después, el 25 de noviembre del pasado año, Hamilton fue hallado muerto en su cama tras haber ingerido diversas sustancias médicas que fueron halladas junto a su cadáver. Tenía 83 años y, según todos los indicios, se había suicidado.

Para ilustrar este post hemos escogido algunas de las fotografías que sirvieron a David Hamilton para adquirir fama internacional y para inscribir su nombre en la historia de la fotografía erótica. Que la visión sobre su obra y la crítica moral que ésta mereciera fuera cambiando con los años no nos impide recordar que fueron muchas las exposiciones que a lo largo de los años mostraron sus fotografías en países tan diversos como Japón, Estados Unidos, Francia, Italia o Alemania.

Contemplando las fotografías de David Hamilton uno no deja de preguntarse hasta qué punto lo que se contempla en ellas esconde algo turbio o no. Hamilton siempre argumentó que lo que pretendía con su fotografía era buscar la esencia de la pureza. ¿Le creemos? De nuestra forma de mirar las fotografías de adolescentes de David Hamilton dependerá, en gran medida, nuestra respuesta a esa pregunta.

Basta bucear por internet para encontrar un sinfín de fotografías eróticas de David Hamilton. Más o menos subidas de tono. Más o menos provocativas. Más o menos turbias. Nosotros hemos seleccionado sólo unas cuantas de entre ellas. En nuestra selección hemos decidido no incluir aquéllas en las que la exhibición de los genitales de las modelos fotografiadas resulta demasiado explícita. ¿Pecamos de pacatos? Posiblemente. ¿Nos autocensuramos? Quizás también. Y es que las imágenes de David Hamilton nos colocan en un lugar incómodo y ese lugar no es otro que el umbral de comprender las razones de Humbert Humbert, el protagonista de Lolita, la novela de Vladimir Nabokov en la que se realiza un auténtico canto al amor por las ninfas, y eso, claro, nos asusta. Claro que, si no se censura la obra del Nabokov, ¿por qué habrían de censurarse las fotografías eróticas de David Hamilton? Después de todo, ¿se puede culpar al arte de algo? El debate, sin duda, está vivo. Y da para muchas discusiones.