Erotismo japonés

Cuando se habla de arte erótico japonés es imposible eludir algunas referencias que parecen inexcusables. Una de ellas es el shunga, es decir, la tradicional ilustración japonesa que tiene como tema fundamental el sexo y sus diversas manifestaciones y al que ya dedicamos un post en esta sección. Otra de ellas es el shibari, es decir, lo que de manera coloquial y demasiado reduccionista llamamos el bondage japonés. La tercera referencia, habitual cuando se habla de erotismo japonés, es la de la figura de la geisha. La figura de la geisha, envuelta en la bruma del mito, se alza ante nosotros como la figura simbólica del erotismo japonés. A ella se asocia la elegancia, la delicadeza y la sensualidad. Una cuarte referencia erótica japonesa ineludible sería una película que todavía hoy, cuarenta años después de su estreno, se mantiene parcialmente censurada en Japón. Esa película es El imperio de los sentidos, la polémica y turbadora obra de Nagisa Oshima. Ambientada en los años treinta, la película de Oshima mostraba la apasionada historia de amor y sexo que vive una pareja que, en una búsqueda desesperada y sin tabúes del placer, coquetea con el sadismo y el masoquismo hasta llegar a los límites mismos de la muerte.

La sensualidad que muestra El imperio de los sentidos es una sensualidad morbosa y un tanto perversa. Dicha sensualidad es heredera, en cierto modo, de la obra literaria de un escritor japonés de quien ahora se cumple el cincuentenario de su muerte. Ese escritor es Junichiro Tanizaki y la editorial Alfaguara acaba de editar una colección de once relatos eróticos en los que se alían la perversidad y el erotismo para, de manera en apariencia delicada (como si de una pincelada en un biombo japonés se tratara) mostrar las diferentes formas que pueden darse de encauzar el instinto sexual.

El erotismo de Junichiro Tanizaki

En Cuentos de amor (pues ése es el título de esta obra de Junichiro Tanizaki) podemos encontrar historias en las que el travestismo, el fetichismo, el voyerismo o el sadomasoquismo marcan a fuego las relaciones entre los protagonistas de las mismas. Los relatos eróticos de Cuentos de amor son, por encima de todo, transgresores y subversivos. Tanto, que hasta la coprofilia o la zoofilia tienen su espacio en ellos.

En una obra como esta, de marcado acento oriental y con contenido ineludiblemente erótico, no podía faltar uno de los más arraigados fetichismos de la cultura japonesa. Ese fetichismo es el de la adoración por los pies. Sólo una cultura que tenga ubicados los pies en la estantería en que se colocan las partes eminentemente eróticas del cuerpo humano puede desarrollar, como lo hizo durante siglos la cultura japonesa, el llamado “fetiche de los pies de loto”). La adoración por los pies (en este caso los pies de una mendiga) aparece reflejado en el relato erótico “Los pies de Fumiko” y también, en menor grado, en “El segador de las cañas”. Esa adoración por los pies fue una constante en la literatura de Junichiro Tanizaki. Ese fetichismo tan japonés aparecería también, años después de que escribiera los relatos seleccionados de Cuentos de amor, en una de sus principales novelas, El diario de un viejo loco.

Tanizaki, uno de los nombres cumbres de la literatura japonesa del siglo XX, se expresa siempre y en todo momento de una manera refinada. Sólo de tanto en tanto aflora algo que pudiera ser entendido como una grosería. La delicadeza de su verbo, sin embargo, oculta todo un universo de pasiones desbocadas. Y es que son las pasiones y los deseos inconfesables los dos principales temas de interés de Junichiro Tanizaki. Una de esas pasiones es, por ejemplo, la que siente el protagonista de “Tatuaje”, relato escrito en 1910 y en la que se cuenta cómo un hombre que realiza tatuajes intima con otras personas a través del dolor.

Esa fina sensualidad presente en todo el libro se torna mucho más oscura en uno de sus relatos eróticos, “El caso del baño Yanagi”. En este cuento, Junichiro Tanizaki se introduce en la mentalidad de un sádico maltratador y asesino. Aquí, la narrativa de Tanizaki adquiere tintes de novela negra, algo que también sucede en otros relatos eróticos como “El mechón” o “El caso Crippen a la japonesa”.

Todos los relatos eróticos de Cuentos de amor (seleccionados por Carlos Rubio, uno de los más importantes especialistas españoles en literatura japonesa) se caracterizan por el carácter inexcusablemente japonés de la narrativa de Tanizaki. Aunque Junichiro Tanizaki, nacido en 1886, estuvo durante un tiempo directamente influenciado por la lectura de autores occidentales como Baudelaire, Poe o Óscar Wilde, su literatura fue siempre una literatura eminentemente japonesa. ¿Qué queremos decir con ello? Que en su narrativa es siempre más lo que se oculta que lo que se muestra. Es decir: que bajo la apariencia de agua en calma que puede tener su manera de narrar se mueven siempre corrientes profundas en las que se agita el verdadero trasfondo de cada historia y, por tanto, de todas las pasiones que llevan a cada hombre a ser lo que es.

Zambullirse en esas aguas es una buena manera de saber algo más sobre el ser humano y, por supuesto, de disfrutar de un erotismo refinado y elegante.