Belleza caribeña en Miami

En estos tiempos en los que se habla del restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba tras varias décadas de desencuentro diplomático creemos que es justo rendir homenaje a todas esas bellas mujeres de sangre cubana y alma caribeña que nacieron al otro lado del mar y que, con pasaporte estadounidense en la mano, salpicaron la nación de Lincoln con el azúcar moreno de su piel y el coral apasionado y rojo de su sangre. ¿Y qué mejor manera de rendir homenaje a todas esas mujeres que cantar las alabanzas de quien posiblemente sea una de sus más hermosas representantes?

Tú, Eva Mendes, eres seguramente quien mejor representa a todas esas mujeres que han convertido las calles de Miami en una especie de distrito melancolía de una Habana imposible y añorada como una Ítaca escondida en las tinieblas de la política internacional. Hija de emigrantes/exiliados cubanos, naciste en Miami hace ya 41 años cuando apenas quedaban quince días para que la primavera levantara el vuelo. Y eso nos pareces un poco, Eva Mendes: una primavera que brotara en medio del páramo y que, una vez nacida, no podía sino salpicarlo todo con los encantos indudable de su excelencia.

Podríamos hablar de tu sonrisa, Eva Mendes. Podríamos decir que encontramos en ella el tono burlón de la mujer que se sabe guapa y que no pide disculpas por serlo. Podríamos hablar de ella y de cómo la realza ese lunar que, como un faro en mitad de tu mejilla, indicara el camino que lleva a la belleza. O de tus ojos, Eva Mendes. También podríamos hablar de tus ojos. Marrones oscuros como el chocolate intenso, ése que deja un sabor imborrable en el paladar y una excitación de fuego en la sangre, tu ojos nos miran fijamente desde las imágenes que de ti encontramos en la web y dejan en nosotros la sensación de habernos enfrentado, de alguna manera, a la contemplación de la franqueza impoluta de la buena gente. Por eso, porque creemos que tus ojos muestran de alguna manera el alma de una bella persona, te soñamos compañera para mucho tiempo, quizás para una vida, mujer fiel y al mismo tiempo ardiente que puede instalarnos el paraíso en mitad del salón y que puede hacérnoslo sentir y disfrutar un día detrás de otro y en todo momento.

Queremos pensar que estarás ahí, Eva Mendes, junto a nosotros, convertida en la compañera eterna que nos hará vivir mil y una vidas y mil y una aventuras. Quizás este pensamiento enraizó dentro de nosotros hace unos años, cuando te vimos convertida en Caperucita, en Alicia, en Blancanieves, en la Sirenita, en la Bella Durmiente y en tantos otros personajes de cuento como representaste en aquel calendario de Campari que protagonizaste en 2008. Qué bellas eran las fotos que de ti extrajo Marino Parisotto. Sensual, seductora, dulce y contenidamente provocativa, bella… Así se te podía contemplar en aquel maravilloso calendario que ya forma parte de la historia de la publicidad y al que volvemos de tanto en tanto para volvernos niños de nuevo y para, gracias a la magia de tu cuerpo, esa maravilla que queremos imaginar volcán a punto de entrar en erupción, volver a creer en los viejos cuentos de hadas y en todo lo que en ellos acontecía.

Podíamos creer entonces, en aquellos tiempos de nuestra infancia, en hermosas jovencitas que se clavaban un huso y dormían por cien años. Podíamos creer en sirenitas que salvaban a príncipes náufragos de morir ahogados en el mar. Cuando creíamos en esos sueños el deseo sexual era un algo desconocido que aún no se había despertado en nosotros y que dormía amodorrado en alguna parte de nuestras entrañas. Después pasaría el tiempo, dejaríamos de creer en los cuentos de hadas y el deseo, desatado, haría su aparición en nuestra vida abriéndose paso a dentelladas. Entonces las protagonistas de nuestros cuentos soñados no serían ya mujeres asexuadas y virginales, sino hembras desnudas que se nos ofrecerían llenas de encantos y proporcionadoras de pequeños placeres.

Y fue precisamente en eso, Eva Mendes, en lo que pensamos cuando te vimos en aquel calendario representando a las heroínas y protagonistas de nuestros cuentos infantiles. La de Eva Mendes desnuda fue la imagen que nos llenó la imaginación cuando te contemplamos en aquel calendario. Y es en esa imagen en la que seguimos pensando aún hoy. Las tetas de Eva Mendes, el culo de Eva Mendes, las curvas de Eva Mendes: ésas son las imágenes que acuden a nosotros cuando cerramos los ojos y nos zambullimos en las historias que las fotografías de ese calendario dejaron en nuestra imaginación. Nosotros seríamos encantados el lobo que te comería en mitad del bosque o el héroe que, depositando un beso sobre tus seductores labios, te despertaría de tu sueño centenario. Todo eso y más seríamos para ti, Eva Mendes, si olvidaras tu mundo de Hollywood y nos ofrecieras el regalo de tu arrebatador cuerpo caribeño. Nosotros estaríamos a tu lado, embelesados en la contemplación de tu encantador lunar, y sólo así seríamos felices. Y comeríamos perdices.

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