Sara Sampaio desnuda y sexy

Hay placeres que merecen ser saboreados con todo el sosiego del mundo. En la mayor parte de los casos, esos placeres alcanzan su máximo esplendor cuando son saboreados en soledad. Nada sienta mejor, por ejemplo, a una copa de oporto, que la comodidad acogedora de un sofá, el crepitar de unos troncos en la chimenea y la penumbra de un cuarto iluminado por la luz mortecina de una lámpara de pie y por la luminosidad de unas llamas que, lánguidas, llenen la estancia de sombras danzantes.

El oporto es una de esas maravillas que el hombre ha creado en ocasiones un poco como por casualidad, un poco como si, jugando, jugando, descubriera el sésamo que esconde el tesoro de Alí Babá. En el caso del oporto, ese juego de experimentar sin descanso llevó a alguien a quien ahora mismo besaríamos los pies a introducir aguardiente en el vino en fermentación antes de que acabara de fermentar el azúcar de la uva. ¿Qué se consigue con eso? Incrementar el grado alcohólico del vino mientras se mantiene un punto de dulzura que no se mantiene en aquellos otros vinos que se dejan fermentar completamente. Esta maravilla vinícola que acaricia la garganta vio la luz hace unos trescientos años en las tierras que rodean la ciudad portuguesa de Oporto. De ahí el nombre del vino.

De esa ciudad, pero con 24 años de existencia en sus carnes, es también otra de esas maravillas exquisitas y delicadas que han nacido para ser saboreadas lentamente, sin prisas ni atropellos, extasiándose en cada uno de sus matices. La maravilla de la que hablamos es Sara Sampaio, una de las modelos más famosas del momento, un ángel de Victoria’s Secret que sabe explotar su innegable sensualidad sin caer en la ordinariez en que caen otras guapas y famosas. Por eso nos tiene enamorados como sólo pueden estarlo los adolescentes que acaban de quedar deslumbrados por primera vez en su vida por la belleza de una mujer.

Y eso que la imaginación nos ha quedado bastante esquilmada con tanta y tanta imagen como hemos visto de Sara Sampaio. Y es que, lo innegable es innegable, ya hemos visto a Sara Sampaio desnuda en más de una fotografía. La hemos visto en blanco y negro y en color, luciendo su espléndida grupa, clavando en nosotros sus ojos de océano agitado y mostrándonos esos pezones suyos que son toda una invitación al mordisco, al pellizco, a dejar colgados de ellos todos los hombres que hemos sido para volvernos, de golpe, el adolescente que, bullicioso de hormonas y desnudo de experiencias, llena la habitación de fotos de Sara Sampaio y aprovecha cualquier ocasión para masturbarse sin contemplaciones mientras mira en cualquiera de esas fotografías los ojos verdosos de Sara Sampaio, su boca bellísima de labios inflamados que están pidiendo besos, insinuando mamadas o esbozando una sonrisa tan deslumbrante como para iluminar todas las playas de Portugal.

Pero el tiempo no ha pasado en balde y nosotros ya no somos aquel adolescente que un día fuimos ni queremos volver a serlo. Atrás dejamos ya la paja apresurada, la gayola de urgencia, aquel gesto acelerado del puño crispado que acababa por transformar nuestra excitación en un surtidor de espesa y blanca semilla, en un vientre salpicado o en un pañuelo lleno de manchas que ocultaba sus vergüenzas en un rincón de un cajón de la mesita.

Ahora, cuando nos enfrentamos a la belleza y al erotismo queremos degustarlos lentamente. Queremos mirar los labios de Sara Sampaio sin prisas. Queremos calibrar la curvatura perfecta del culo de Sara Sampaio sin dejarnos llevar por las ansias. Imaginamos el tacto sin duda cálido de las tetas de Sara Sampaio y consideramos con la certeza que sólo da la experiencia que cada centímetro de ese cuerpo es una maravilla digna de ser acariciada, digna de ser besada. Y esa misma sabiduría, convertida en intuición, nos dice que cada uno de esos besos erizaría sin duda un poco más los maravillosos pezones de Sara Sampaio. En definitiva: que lo que nosotros queremos, más que doblegar a esa excitación que empieza a brotar en una parte perfectamente localizable de nuestro bajo vientre, es saborear cada una de las fotos de Sara Sampaio como si estuviéramos saboreando un oporto vintage en una biblioteca enmoquetada y cálida, al abrigo de todas las preocupaciones y del paso mismo de las horas.

Ya llegará el tiempo de rendirnos a la evidencia de su carácter mítico de póster de adolescencia y, descendiendo de las alturas del sibaritismo, transformados en simples mortales de escaso refinamiento e implacables instintos primarios, nos la pelemos pensando en todo lo que los labios de Sara Sampaio podrían hacer por nuestro cuerpo o en lo que nosotros podríamos hacer si tuviéramos al alcance el maravilloso culo de Sara Sampaio. Ya llegará el momento de que nos sintamos estremecidos al descubrir en el rostro de Sara Sampaio, a fuerza de mirarlo, un algo de andrógino que nos haga pensar en orillas desconocidas e inquietantes. Ya llegará el día en que alguien nos anuncie que el templo ha sido profanado y te veamos posar de portada en portada del brazo de algún afortunado que haga realidad su sueño de adolescencia y se instale en tu vida con derecho de pernada. Pero hasta que ese momento llegue seguiremos disfrutando de tu visión como lo haríamos de una copa de oporto: lentamente, con calma, saboreando todos los matices de tu embriagadora y dulce belleza, Sara Sampaio.

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