Desnudo en primer plano

Hay múltiples maneras de representar el desnudo del cuerpo humano. Aportar una nueva manera de mirarlo no es algo sencillo. Salirse de los caminos trillados, aprovechar el sustrato anterior para innovar es algo sólo al alcance de los grandes artistas. Uno de esos artistas que supo, en su momento, encontrar una nueva manera de enfocar y plasmar el cuerpo humano proyectando, así, de una manera distinta, lo erótico del mismo, fue Ralph Gibson.

Nacido en enero de 1939 en Los Ángeles, Gibson tiene hoy 76 años y es uno de los nombres fundamentales de la historia de la fotografía. Su manera de meterse en la escena, esa forma de colocar al espectador, gracias a su arte, a apenas unos pocos centímetros del sujeto, y su peculiar manera de cortar objetos y sujetos, dictando una originalísima lección sobre el modo de encuadrar una imagen, hacen de su arte un arte muy personal que se ha convertido en referencia para muchos otros fotógrafos que, convirtiéndolo en maestro, han seguido su estela.

La estela personal de Ralph Gibson, la que lo individualiza entre el resto de fotógrafos, nace a partir de su llegada a Nueva York. Ésta se produce en 1966. Antes de ese momento crucial en su carrera, Gibson había aprendido los rudimentos técnicos del oficio en la Escuela Naval de Fotografía. Allí había adquirido los conocimientos técnicos necesarios para ganarse la vida realizando retratos y trabajos de tipo documental. En San Francisco profundizó en sus estudios de Fotografía y fue asistente de Dorothea Lange, una de las más grandes retratistas y fotoperiodistas del siglo XX. De regreso a su ciudad natal estuvo trabajando de reportero y fotógrafo de moda (su primer libro, The Strip, es fruto de ese trabajo) hasta que decidió marchar a Nueva York.

Llegado a la Gran Manzana, Gibson se hospedó en un lugar mítico: el Chelsea Hotel. Faltaban unos años para que Leonard Cohen pusiera el nombre de aquel hotel a una de sus más míticas canciones, pero ya era un lugar frecuentado por músicos, poetas, escritores, actores y actrices de menor fortuna y otros especímenes propios de la vida bohemia. En el equipaje de Ralph Gibson había un par de cámaras Leica M6 y apenas 200 dólares. Esos datos forman, ya, parte del mito. Lo verdaderamente importante es que Gibson, con esas cámaras que aún hoy le acompañan, se puso a la búsqueda de su propia manera de fotografiar y que esa búsqueda dio sus frutos.

En Nueva York, Ralph Gibson encontró ese lenguaje fotográfico personal e intransferible. Su relación con los ambientes culturales de la gran ciudad estadounidense le proporcionó todo tipo de experiencias y materiales para dotar de contenidos a una obra que, poco a poco, fue adquiriendo un tono surrealista y un tanto simbólico. Lector empedernido de autores como Jorge Luis Borges o Marguerite Duras y amante del jazz y de la música atonal, Gibson, influenciado por sus lecturas y sus audiciones musicales, fue creando una fotografía introspectiva durante varios años de, como se ha señalado de manera casi mítica, dormir de día y vivir de noche para empaparse de todo lo que acontece cuando el sol se esconde.

Con parte del material fotografiado durante esos primeros años neoyorquinos Ralph Gibson editó un libro, The somnambulist. Editado en 1970 por Lustrum Press, un sello editorial creado por el mismo Gibson para la ocasión, y con una tirada de 3.000 ejemplares, The somnambulist es uno de los libros claves de la historia de la fotografía. Por sí sólo bastó para colocar a Ralph Gibson en los altares de los grandes fotógrafos.

Otras obras que llegaron en los años siguientes (Déjà Vu, Days at Sea) dieron fe de la grandeza de este fotógrafo que enfronta un sinfín de temas dando a todos ellos un toque de misterio que se hace especialmente patente en su fotografía erótica. Gran parte de esta fotografía erótica está recogida en su obra Nude, libro editado por la editorial Taschen en el que, además de disfrutar de la belleza sensual y sugerente de las fotografías de desnudos del magistral fotógrafo de Los Ángeles, también pueden conocerse sus opiniones sobre su arte y la fotografía en general gracias a la entrevista realizada por Eric Fischl, pintor y escultor de renombre internacional. En dicha entrevista, Ralph Gibson realiza una aseveración con la que mucho de nosotros podemos sentirnos completamente de acuerdo: “la forma del cuerpo femenino”, sostiene Gibson, “es absoluta y perfecta”.

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