Bellezas de consumo lento o rápido

Hay bellezas que invitan a un saboreo lento y calmado. Son bellezas que convidan a soñar con un fin de semana dedicado al amor y a sus placeres en algún lugar ubicado en algún lugar maravilloso de ésos que no faltan en el mundo. Una habitación con vistas a la pequeña bahía sobre la que se iza la maravilla de Cadaqués, un cuarto en un carmen del barrio del Albaicín y desde cuya ventana pueda contemplarse el sueño nazarí de la Alhambra o una buhardilla colgada sobre el mar de tejados de la Alfama lisboeta pueden ser lugares magníficos para disfrutar de ese fin de semana junto a una belleza de ese tipo. Ahí, embriagados por la belleza del escenario circundante, la belleza especial de esa mujer sale todavía más reforzada y el tiempo se convierte en algo que se pone a nuestro servicio sólo para que nosotros, cumpliendo con todos los rituales de la seducción, rindamos cumplido homenaje al cuerpo de mujeres de una belleza especial como pueden ser Monica Bellucci, Charlize Theron o Angelina Jolie.

A esas mujeres de belleza tan delicada y sensualidad tan a flor de piel hay que entregarse en cuerpo y alma deteniendo los relojes y olvidándose de todo lo que pueda estar aconteciendo más allá de ese espacio en el que los cuerpos, olvidados de todo, se entregan a la única tarea de dar y recibir placer. A la hora de amar físicamente a mujeres de este tipo hay que olvidarse de obligaciones laborales, reuniones pendientes o tareas que no sean las propias del goce sexual. Sólo olvidando todo eso se podrá gozar completamente de todos los matices de la belleza de una de estas mujeres que quitan el aliento y quedan grabadas por siempre más en nuestra memoria como ejemplos perfectos de hasta qué grado de exquisitez puede llegar la belleza de la mujer.

Junto a este tipo de belleza que convida a un saboreo lento de restaurante tres estrellas Michelín hay otro tipo de belleza seguramente menos estilista y con menos resonancias clásicas pero sumamente efectiva y demoledora. Este otro tipo de belleza de la que hablamos es una belleza de fast food, una belleza que invita a un consumo rápido y urgente en la trastienda de un comercio o en los lavabos de una cafetería. Esta belleza es una belleza profundamente anclada en lo meramente sexual. Hay un algo de animal en celo en esa belleza, una falta de remilgos que invita a una intensa sesión de sexo fugaz y apresurado. ¿Peor que el anterior? No necesariamente. Simplemente distinto. Irracional, urgente, incontenible, quizás también inolvidable.

La belleza salvaje de JLo

Es a este segundo tipo de belleza al que perteneces tú, Jennifer López. Tú eres esa mujer que, convertida en póster, adorna la cabina de un tráiler e ilumina las masturbaciones del camionero que lo conduce y que atraviesa Estados Unidos de Este a Oeste y duerme en un aparcamiento de camiones del estado de Colorado. Tú, Jennifer López, eres la bella celebridad, la divina JLo en la que quieren convertirse tantas mujeres de ascendencia latina que compran sus bolsos de imitación en los mercados ambulantes y que se maquillan en el reducido espacio de un lavabo de un apartamento de tu Bronx natal o de cualquier otra ciudad de los USA mientras, mirándose al espejo, intentan parecerse a ti.

El culo de Jennifer López es patrimonio intangible de todos los camioneros y obreros de la construcción que alguna vez han soñado con sodomizar a una mujer que se les haya entregado sin peros ni objeticos. Con tu culo, Jennifer López, ha soñado el vendedor de automóviles de segunda mano, el mensajero puertorriqueño y el pizzero que consume su vida abriendo y cerrando el horno en una pizzería de cualquier barriada neoyorquina y que después, de madrugada, tiene que regresar a casa atravesando la ciudad en uno de esos vagones de metro que circulan entre los cimientos de tanto rascacielos. Todos esos hombres han soñado alguna vez con Jennifer López follando. Todos han tenido la ilusión de tener entre sus brazos a Jennifer López desnuda. Y es que en ti, Jennifer López, ellos y nosotros vemos la belleza salvaje de la mujer que no le hace ascos a los desvaríos a los que puede llevar la pasión. Te podemos imaginar sin esfuerzo alguno arrodillada ante nosotros, abriendo nuestra bragueta y sacando de ella nuestro deseo endurecido para metértelo en la boca y lamerlo, besarlo y chupetearlo con hambre casi canina. Te podemos imaginar, Jennifer López, doblada sobre una mesa, con la falda subida y las bragas bajadas, esperando que nosotros nos decidamos sobre qué agujero perforar con el ímpetu atropellado y ansioso de nuestro pene erecto. Podemos soñarte, Jennifer López, cabalgándonos con frenesí, meneando tus caderas mientras, encima nuestro, dejas al alcance de nuestras manos la maravilla de tus pechos color canela, esas dos maravillas que tan bien lucen en los escotes y que imaginamos coronados por dos pezones tan oscuros como duros, tan dulces como sensibles.

Imaginamos el tacto de las tetas de Jennifer López y sentimos en nuestras manos un calor especial, el ardor de las mujeres que exigen ser devoradas sin contemplaciones ni rituales, fogosas hembras que son capaces de enloquecer y de hacerte enloquecer cuando sus cuerpos y los nuestros inician el sudoroso diálogo del deseo.

Imaginamos a Jennifer López follando y la imaginamos ruidosa y gimiente, una mujer que no se corta al decirte “clávamela bien adentro, amor”, y que siempre tiene un retén de energía en sus caderas para empujar más y más, para conseguir sentirte bien dentro de ella, para vaciarte los testículos y dejarte exhausto y agradecido, presto a volver a tus obligaciones cotidianas sin quedar enredado en rituales de cortejo ni en menudencias románticas. Jennifer López es la belleza dispuesta, la mujer que sabe lo que quiere y lo pide y lo consigue, la que se ofrece sin esperar romanticismos ñoños y que sabe dar y recibir placer sin más objetivo que sentirlo y darlo, porque sí, porque gozar es bueno y el cuerpo lo pide.

Jennifer López es el sexo hecho mujer, la carnalidad absoluta, el coño ardiente en el que nuestro deseo queda reducido a cenizas, la belleza del fast food, la que no espera que la llevemos a un hotel en la costa ni a una cena romántica, la que en el fondo sólo espera de nosotros que sepamos follarla bien follada, cuando y como ella quiera, en un lavabo de cafetería, en una trastienda, en un almacén, en el asiento trasero de un coche… Después de todo, cualquier sitio es bueno para una sesión de sexo fugaz con alguien como Jennifer López.

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